Por: Angel Mora*

‘La taberna de Silos’ y su continuación, ‘La Santa Compaña’, firmadas con seudónimo, han logrado vender 60.000 ejemplares en poco más de un año. En 2016, Claudio Gatti, un periodista italiano, trajinó durante meses entre registros inmobiliarios y facturas. Se le puede imaginar sumergido entre papeles a vista de plano cenital, emulando a los dos reporteros que en Todos los hombres del presidente se afanaban entre papeles para sacar a la luz el caso Watergate. Trabajo de hormiga para destapar un escándalo. Pero Gatti no lo hacía para descubrir una corruptela all’italiana. Tampoco se estaba jugando el pellejo investigando las vilezas de un capo napolitano. Su minuciosa labor tenía como único fin desvelar quién estaba tras el seudónimo Elena Ferrante, la misteriosa autora de best sellers como En los márgenes (Lumen, 2022) o La vida mentirosa de los adultos (Lumen 2020). Las conclusiones de Gatti -a saber: que detrás del seudónimo estaban la traductora y editora Anita Raja y su marido, el también escritor Domenico Starnone– fueron rápidamente rechazadas por los interpelados, denostadas por los que las consideraban una invasión de la privacidad y aceptadas, por último, de forma generalizada hasta el día de hoy. 

En esta parte del Mediterráneo un debate similar se ha despertado desde el pasado 2023 a raíz de la publicación de La taberna de Silos, una novela negra protagonizada por Gonzálo de Berceo y firmada por un tal Lorenzo G. Acebedo. Del autor no se sabe nada más allá de lo que de su obra se deduce: que es casi imposible, dado su manejo de las técnicas narrativas, que haya sido su opera prima; que conoce ampliamente tanto la historia de la religión católica como los pormenores de la vida monacal -vida que la breve descripción que ofrece Tusquets del autor afirma que abandonó por una mujer-, y, por supuesto, que el seudónimo no es otra cosa que el anagrama del nombre de su protagonista. 

Aunque parezca una práctica a contracorriente de ese tendencia narcisista con la que pronto se acusa a cualquier creador, el mundo literario está repleto de seudónimos como el de Acebedo. Los casos más frecuentes, fruto del machismo que ha imperado históricamente en los círculos intelectuales, era el de las autoras que firmaban con nombre másculino para sortear los prejuicios de público y crítica.

La tradición de los seudónimos. Así lo hicieron las hermanas Brönte, que publicaron sus respectivos primeros trabajos con nombres de varón y un apellido en común, Bell. Karen Blixen firmó Memorias de África como Isak Dinesen. También el famoso novelista francés del siglo XIX George Sand era en realidad una mujer llamada Aurore Dupin. En España es conocido el caso de María Lejárraga que para lograr una mejor acogida de sus obras las publicó bajo el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra, cosa que acabaría lamentando una vez que este falleció. Aunque es lo más frecuente, los seudónimos no han sido un recurso exclusivamente de mujeres tratando de tener las mismas oportunidades que los hombres. Otros autores los han empleado para otros fines. Es así el caso de John Banville, cuyas novelas de corte policial reciben la autoría de un tal Benjamin Black. Incluso el famoso Stephen King, conocido por la prolijalidad con la que publica sus best sellers, ha firmado con otros nombres para así evitar los rumores que afirmaban que la única forma de lograr tales niveles de publicación era recurrir a escritores fantasma. En España, el último y más sonado caso lo protagonizaron los tres hombres que se ocultaban tras el seudónimo Carmen Mola, que desvelaron su verdadera identidad cuando se les entregó el Premio Planeta 2021 por La bestia. Aquello, dado la relación histórica de la autoría femenina con los seudónimos, supuso un escándalo, en tanto que se consideraba que se había recurrido a un nombre femenino para aprovechar el impulso que se afirma que está viviendo la literatura escrita por mujeres. 

Publicar bajo seudónimo, ¿necesidad o márketing?. Es difícil imaginar un escándalo de tales dimensiones en el caso del autor detrás del nombre Lorenzo G. Acebedo. Sin embargo, las cifras de venta que está consiguiendo el responsable de convertir a Gonzalo de Berceo en algo así como un Humphrey Bogart medieval han despertado una curiosidad como el que ya existía en el caso de Laura Ferrante. En poco menos de un año, La taberna de Silos y su continuación, La santa Compaña, han vendido 60.000 ejemplares. 

Sospechosos de escribir un superventas. Pese a que todavía en este caso ningún reportero se ha zambullido en facturas o transferencias bancarias ajenas, sí que se barajan ciertos nombres como posibles autores de estos nuevos best sellers. Óscar Esquivias (Jerjes conquista el mar), Antonio Orejudo (Ventajas de viajar en tren) y Rafael Reig (Amor intempestivo) son los nombres que con más fuerza suenan entre los posibles candidatos a estar detrás de la figura de Lorenzo G. Acebedo. En los dos últimos casos se trata de autores que ya han publicado con anterioridad en Tusquets, el sello que ha descubierto este nuevo éxito de ventas. Sin embargo, Esquivias nunca ha disfrutado de la atención de la editorial catalana. Pese a ello, su estilo, similar al de Lorenzo G. Acebedo, y la proximidad de Burgos, su ciudad natal, con el monasterio donde transcurre la trama de La taberna de Silos lo vuelve uno de los principales sospechosos de haber escrito dos novelas superventas. El asunto suele levantar ampollas entre los autores a los que se señala como posibles artífices del engaño. Tanto en el caso de Ferrante como en el de Lorenzo G. Acebedo se ha tendido a sospechar de escritores que han publicado con anterioridad obras que no han logrado el éxito ni el reconocimiento que sí han conseguido las obras firmadas con seudónimo. 

Diez escritores convertidos en Sherlock Holmes: de Dickens y Jane Austen a Galdós y Unamuno. Otra posibilidad, claro, es que varios autores, quizás incluso estos tres nombres que se han barajado, hayan trabajado juntos para la tarea de escribir un best seller, como ya lo hicieran los Carmen Mola. Esta vez, eso sí, empleando un nombre masculino. Tal vez, tirando de la historia reciente, haga falta concederle a Lorenzo G. Acebedo un premio millonario para destapar la trama del misterioso autor enclaustrado en el anonimato. 

*Periodista de Investigación. Reportero. Asesor de estrategias de Comunicación. Analista

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