Por: Julián Martín Ruíz Frutos*
No podemos seguir pensando más en modelos donde los asuntos funcionan sobre la base de concentrarlo todo y menos aceptar lo cual como único camino factible y sin más alternativas, lo que es a todas luces inadmisible, así muchos aún hoy día se jacten de esa ruta como la única que puede ser la escogida, la realista, donde deban ponerse todas las miradas, donde radican las fuentes de las ideas, proviene la dirección y las soluciones para los problemas, como también hacia donde deben ir las atenciones y los privilegios, ordenarse el tiempo y esparcirse las seguridades solicitadas, como si solo hubiese un mundo jerarquizado y centralizador al que debe respetarse y acatarse, sin más opciones.
Esa ha sido en gran parte la tendencia que nos ha regido durante decenios, registrando un vaivén de avances y retrocesos marcados por una creciente e indetenible desigualdad, donde las masas en pobreza debían esperar que la abundancia de los de arriba se filtrara hacia abajo, fenómeno que nunca sucedió o lo hizo en manera minúscula a lo rico Epulón y Lázaro. Tiempos de medianías, grotesca acumulación de riqueza y eficiente fábrica de pobreza y miseria.
Es claro que el centro de la actividad de los hoy huérfanos de poder pervive y soterradamente tratan con nuevas decisiones estratégicas y cotidianas, una vez desalojados de los privilegios del mando, no ceder en sus pretensiones de poder, buscando en consecuencia y por todos los medios de recuperar los pasados sitiales, por lo que se empeñan en ir a todo trance por ganarse nuevamente la confianza de las clases populares con visiones y sentimientos que la acerquen otra vez a nuevas realidades, no obstante saber que no cumplieron en su paso por la administración pública como la gente esperaba.
No reparan siquiera que gastadas son sus fórmulas demagógicas y populistas centradas, como a todos consta, en sus propias utilidades, intereses, balances de poder, producto bruto, rendimientos, crecimiento, negocios, éxito y productividad, que inevitablemente han desembocado en daños irreparables a la democracia, desarrollo, progreso, crecimiento, bienestar, prosperidad y la seguridad de las gentes. Entendamos que quienes han fracasado, no puede ser posible que a futuro se les brinde de nuevo o se les alleguen apoyos. Si somos conscientes, tenemos que entender que jamás ni nunca se les debe a quienes incumplieron en su paso administrativo público, acogerlos; y en contrario sentido, alejarse todos de sus prédicas mentirosas y acogerse a programas ciertos que real y verdaderamente valgan la pena y connoten soluciones de fondo posibles, viables y factibles. Olvidar condena. Tengámoslo en cuenta.
*Abogado. Columnista . Especializado en Derecho laboral