Por: José Manuel Herrera Brito
Más que nunca debemos como ciudadanos estar atento a todo cuando circunda en derredor de nuestros territorios. Pendientes, vigilantes, activamente participativos, prestos y dispuestos a construir que no a obstruir y exigir en la verdad que merecemos más. Velar porque no se ignore olímpicamente las voces de quienes no coinciden con la manera de hacer las cosas de los gobiernos de turno, Interesa en beneficio y aprovechamiento colectivo tender puentes, buscar y procurar acercamientos, generar consensos, ir tras propósitos y objetivos comunes, convencer y convencernos que requerimos avanzar, entender que no se trata de acosar, perseguir ni doblegar a nadie, sean políticos de la oposición, empresarios, miembros de organizaciones civiles, sociales, periodistas y demás otros, sino de enrutarnos en la dirección correcta.
Airearnos con vientos de esperanza, aupar para que se empiece a sentir el bienestar general, acercarnos a lo que vivimos, a nuestra propias realidades, necesidades, y en consecuencia colaborar en las soluciones de lo que esté mal y peor. Comprometernos con responsabilidad y grandeza con nuestro porvenir y el de todos. Tener la profunda convicción que el diálogo debe ser eje y soporte fundamental, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para construir las mejores soluciones que nos beneficien. No podemos, ni queremos ser hazmerreíres de gobiernos que no escuchen ni valoren la pluralidad e ignora las voces contrarias, sino darnos las manos en el decir que una lava la otra y las dos lavan la cara. Vivimos en democracia y ello traduce que todos debemos ser escuchados y no solo a quienes les convienen a los mandatarios de turno.
Nunca ha sido un lujo la pluralidad, sino un derecho conquistado con esfuerzo, y como demócratas, tenemos el deber como la obligación de defenderlo y nunca permitir que se pisotee la representatividad de los distintos sectores de la sociedad, ni mucho menos aceptar pasivamente la exclusión del diálogo y la decisión; más cuando importa e importará siempre comulgar y estar comprometido con el bien común, para ser real y verdaderamente constructores de instituciones y defensores incansables de la democracia, que es en sentido amplio, esa forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen conforme a mecanismos contractuales.
Nuestro compromiso ciudadano es con nuestros territorios, lo que significa compromiso, responsabilidad, participación activa y respetuosa, sin que ello signifique ser cómplice de gobiernos que no respondan a las verdaderas necesidades de la gente. Buen camino es optar por un diálogo genuino, abierto y respetuoso de las diferencias como la mejor herramienta para resolver los problemas nacionales, defender las instituciones, exigir transparencia y rendición de cuentas, en ruta a colaborar para hacer un mejor país.
Se trata de mantener la esperanza por el bien de todos, en lo que ayudará que los gobiernos escuchen y corrijan de no estar por sendas de corrección, los rumbos cuando sea necesario. Entender que muchos son los problemas que acusamos, crisis de seguridad, una estancada economía, un desgarrado tejido social, pobreza, inseguridad alimentaria, falta de acceso a la salud, a servicios básicos y a una educación de superior calidad, corrupción y profundos otros desafueros. No queremos más una política de abrazos a criminales, concesiones al crimen organizado e impunidad, sino actuar con decisión, valentía, asó como adentrarnos firmemente y de una vez por todas en una estrategia que nos ponga a todos en el centro de las políticas públicas. Hora es ya de defender con entereza nuestros derechos, proponer soluciones. No más espera, ya que los desafíos que enfrentamos exigen respuestas contundentes e inmediatas. Los problemas que enfrentamos a lo largo y ancho del territorio patrio no se resolverán con promesas vacías, sino con firmeza y efectividad. saramara7@gmail.com