Por: Ana Trasobares*
«ESTOY CANSADO DE ESCRITORES NÓRDICOS A LOS QUE LES SOBRA CASQUERÍA Y LES FALTA SUTILEZA. A MÍ ME GUSTA QUE LA NOVELA NEGRA SEA LITERATURA»
Benjamín, a estas alturas de la vida tienes novelas de éxito, una saga detectivesca con miles de fans, libros de poemas, ensayos, premios, has escrito canciones, das recitales de poesía y música… ¿Algunas vez soñaste que iba a ser así? El camino me ha ido sorprendiendo sin ninguna duda, pero es verdad que tampoco he tenido ganas de ser otra cosa. Mentiría si digo lo contrario: no soy un futbolista frustrado, ni una estrella del rock que no llegó. Siempre he soñado con escribir mis libros, con tener lectoras y lectores y que mi vida girara en torno a una pasión: la literatura. Yo me sigo leyendo cinco y seis libros a la semana. No puedo dejar de leer, me interesa todo. Me hablan de una tal Sara Barquinero y la tengo que leer, que ha salido una biografía de Fulatino, la leo también.
¿Tanta lectura no te quita el sueño? No creas, duermo siete horas y, además, tengo cuatro hijos, dos de ellos mellizos de 8 años. Pero hay tiempo para todo. Y como me pego muchos viajes, unos cien al año, los trenes, los aviones, los aeropuertos y los hoteles me dejan muchas horas para leer y escribir. Donde no puedo hacer nada es en casa, ahí no me dejan en paz. El otro día hojeé un libro de un químico norteamericano que me hizo reír mucho solo con la dedicatoria: “Este libro está dedicado a mi amada esposa y a mis queridos hijos, sin los cuales lo hubiera acabo tres años antes” [risas].
¡Cuánta sinceridad! Y tú, ¿qué tipo de niño fuiste?, ¿dabas mucho la tabarra? No sé, normalito, aunque fui un lector absolutamente precoz. Con tres años leía de carrera, así que cuando mi madre me llevó a la escuela el maestro me pasó dos cursos. La ‘m’ con la ‘a’ ya me lo sabía. También fui un niño que se divertía mucho, y me sigo divirtiendo. No hay cosa que me produzca más placer en la vida que reírme y hacer reír a los demás. Si consigo divertir a los amigos un rato, ya soy feliz. Así sigo, soy un inmaduro, no cambio [risas]. La vida está llena de cosas bonitas y no es tan larga como pudiera parecer, así que disfrutemos mientras podamos. Recuerdo aquello que se dijo: “Saldremos más fuerte de la pandemia”. Con que salgamos menos idiotas, me conformo [risas]; con que la gente se dé cuenta de que esto son cuatro días y que debemos aprovechar para no sufrir ni hacer sufrir, ya me bastaría. No estoy de acuerdo con los que piensan que la seriedad requiere gravedad. Tu puedes ser un tipo de lo más serio en tu trabajo y estar todo el día riéndote.
Doy fe. Es que la risa es una terapia maravillosa.
¿Y qué libro despertó tu amor por las letras? En eso también tuve mucha suerte. Cuando empecé a estudiar COU, llegó un profesor que se llamaba Fernando Borlán (poeta y catedrático de Literatura) que, por la razón que sea, me dijo: “Tú tienes que escribir”. Y yo: “¿Perdone?”. “Sí, tú tienes que escribir poesía. Ves a la librería y cómprate los dos mejores libros de poesía española contemporánea: Sobre los ángeles de Rafael Alberti y Poeta en Nueva York de Federico García Lorca”. Esos dos libros fueron para mí las llaves de la puerta: una la de arriba y la otra la de abajo. “Y ahora, ¿qué leo?” Y así me fue orientando. Tengo una deuda de gratitud tremenda con ese profe. «Fui a por helado y ahí estaba Alberti. El azar tiene muchísimo peso en la vida. Yo he conocido a gente con muchísimo más talento que yo, pero con muchísima menos fortuna»
Y luego conociste a Rafael Alberti. Cuéntanos cómo ocurrió. Fue a continuación. Mi profesor me sugirió que comprara esos libros un jueves. Fui a por ellos un viernes. Me quedé impresionado con los dos, pero más con Sobre los ángeles. Y el sábado mi padre me mandó al bar de la esquina a comprar un helado y, al entrar, ahí estaba Alberti. El azar tiene muchísimo peso en la vida. Yo he conocido a muchísima gente con muchísimo más talento que yo, pero con muchísima menos fortuna.
Has tenido el destino a favor. ¡Qué bonito eso! Me lo quedo [risas]. «Dylan y ‘El Chopo’ Iribar son las personas que más me ha impactado conocer en mi vida»
Vale, seguro que tú le sacas brillo… Háblanos ahora de otro de tus grandes ídolos al que también conociste: Bob Dylan. Bueno, a ese no tanto. Crucé diez frases con él en Sevilla y le pedí permiso para titular uno de mis libros de poesía, Cobijo contra la tormenta, título en español de su canción Shelter from the Storm. Es una de las personas que más me ha impactado conocer en mi vida: Bob Dylan e Iribar, ’El Chopo’ Iribar, mi ídolo futbolero, ese tipo de personas que parecen pertenecer al universo de lo imaginario y cuando un día los tienes delante, te dices: “¿De verdad le estoy dando la mano a este tío?, ¿pero no me los había inventado yo?”
En el caso de Dylan, ¿también se lo inventó la academia sueca de los Premios Nobel? Te prometo que cuando se anunció el premio Nobel de Literatura de Dylan la primera persona en la que pensé fue en ti. [Risas] Sí, no fuiste la única. Ese día viajaba a Almería a un acto. Cuando bajé del avión, vi que tenía ochenta mensajes. Como todo padre, me asusté. Menos mal que eran mensajes de la prensa que, como dylanólogo oficial, pedían mi opinión. ¡Qué maravilla! «Para decirle a Joaquín Sabina “eso es una mierda y no me apetece nada” hay que tener mucha confianza… Somos hermanos»
Y a Joaquín Sabina, ¿cómo fue esa primera vez?, ¿cómo se trabaja con él? Fue en un bar, en el primer bar donde yo leí un poema en voz alta en mi vida. Se llamaba Rincón del Arte Nuevo, creo que sigue abierto, ahí debajo del Viaducto, en la calle Segovia, en Madrid. Ahí me llevó mi profesor Fernando Borlán a leer algunos de mis primeros poemas, imagino que un horror, seguro. Y ahí iba gente a tocar, a actuar, mientras los demás bebíamos algo en la barra. Y un día escuché algo al fondo que me interesó mucho: “¿Quién es ese que mola tanto?” Y así nos conocimos. De eso hace 43 años, o más. Trabajar con él es como hacerlo con dos manos más, dos ojos más y otra cabeza. Como los científicos: prueba-error. Pero solo lo puedes hacer con una persona a la que respetes mucho pero que, por otra parte, tengas mucha confianza. Para decirle a Joaquín Sabina “eso es una mierda y no me apetece nada” hay que tener mucha confianza. Somos como hermanos, tenemos muchas lecturas comunes. No sé si la gente sabe que Joaquín no es un cantante, él es un escritor que canta. Su mundo es la literatura. Tú entras en su casa y no ves discos, ves libros. Y te enseña la primera edición de Fulano de tal o la biografía de Mengano que está leyendo o te descubre a una poeta rumana que le recomendaron. De música he hablado poco con Sabina, la verdad, de libros todo el rato. Es un genio. Seguramente ha escrito las mejores letras de este idioma junto a José Alfredo Jiménez. Otra suerte más en mi vida poder trabajar con él. Le quiero mucho y le necesito mucho.
Demasiadas casualidades, ¿no crees? Bueno, así es la cosa, no sé qué decir. Lo que sí tengo claro es que repetiré con Sabina. Después de Contra todo pronóstico, alguna cosa se hará. Ya te contaré.
Como escritor de literatura negra, ¿cuál es tu libro favorito del género y por qué? A mí me encantan los clásicos. Yo todas las semanas me leo uno o dos libros de novela negra. Trabajo en el programa de Radio3 Todos somos sospechosos, donde recomiendo un libro semanal. Estoy bastante cansado de nórdicos a los que les sobra casquería y les falta sutileza. A mí, como a los clásicos, me gusta que quede claro que la novela negra es literatura. Me explico: los personajes de literatura negra son unos tipos listísimos, irónicos, sardónicos, que dicen todo el rato frases maravillosas que en la vida real no se le ocurren a nadie: “No hay nada como encender un cigarrillo y entrar en la habitación donde fuman los amigos para contribuir a enturbiar el ambiente”. Eso no lo dice nadie, solo Sam Spade o Philip Marlowe, ¿no? Pero qué bonito es que estos tipos nos recuerden que esto es una novela. Y eso me gusta. Por eso Juan Urbano tiene mucho que ver con los héroes más clásicos de Dashiell Hammett o Raymond Chandler. Cualquiera de sus novelas me entusiasma. «El libro de poemas ‘Sobre los ángeles’ es mi mapa del tesoro, llevo desenterrándolo desde el primer día que lo leí»
Si se quemara tu casa, ¿qué libro intentarías salvar y por qué? Seguramente sería el libro de poemas Sobre los ángeles que Alberti me dedicó el día que le conocí. Pero, claro, también otros muchos libros dedicados por Octavio Paz, por Gil de Biedma, Ray Bradbury, Stephen Spender, Gerardo Diego… A ver, yo no soy muy bibliófilo como Sabina, Chus Visor o Luisito García Montero, que tienen unas bibliotecas fantásticas. Yo lo que tengo es una colección de libro dedicados para mí muy importante. Porque miro la dedicatoria y me acuerdo de cuándo, de dónde, de cómo. En estos momentos en los que la escritura manual está menos vigente que nunca, la letra tiene una relación muy delicada, muy intensa, con su personalidad. De hecho, se supone que leyendo la letra de una persona se pueden sacar conclusiones psicológicas y hasta morales, ¿no? A mí me impresiona mucho tener ese espejo de quien escribe. ¿Y por qué Sobre los ángeles? Para mí fue como descubrir el mapa del tesoro. Me acompaña desde entonces, y no porque mi estilo guarde relación con un autor que nació en 1902, pero sí está ahí mi fascinación por la literatura, la idea de que hay que darle una respuesta literaria a las cosas, que tiene mucho que ver la presencia civil del autor en la vida de su país. Para mí es mi mapa del tesoro, llevo desenterrándolo desde el primer día que lo leí.
Según tu parecer, ¿cuál es el mejor libro que se ha publicado en lo que llevamos de 2024? Me gustan mucho las novelas de Luis Landero, los poemas de Louise Glück, recientemente fallecida; la poeta y ensayista rumana Ana Blandiana. Precisamente Landero presentó mi anterior libro y yo flipaba. Pensé: “¡Qué maravilla que este tipo,, al que admiro tanto, se haya molestado en leer mi novela”. Me pareció una suerte enorme.
Cómo disfruté Lluvia fina, Una historia ridícula o su más reciente novela La última función. Son una maravilla, con ese humor sutil que sin darte cuenta te hace reír a carcajadas. Es absolutamente genial. «Cada vez leo más, disfruto más leyendo, aprendo más. En ese sentido soy un lector cada vez más joven»
Además de la lectura, ¿qué otros vicios te quedan? Nada, solo la lectura [risas]. Esto es como el deporte. Cuando eres joven, practicas todos los deportes dándolo todo. Yo recuerdo que de niño, en Las Rozas, empezábamos a jugar al fútbol a las cinco de la tarde y acabábamos a las once de la noche. Con el tiempo, te adaptas a los deportes que puedes practicar según tu edad. Después del fútbol, juegas al fútbol sala, luego al tenis, al pádel, después montas en bici, luego caminas… Puedes aprender nuevas cosas, pero cada vez eres versiones más lentas de ti mismo. El ejemplo del deporte vale para todo lo demás, pero, en mi caso, con la lectura, yo cada vez leo más, cada vez disfruto más leyendo, cada vez aprendo más cosas. En ese sentido, soy un lector cada vez más joven. En el resto me voy adaptando, como todo el mundo.
Como periodista, ¿con qué noticia te gustaría desayunar mañana? Con una buena, pero cada vez está más complicado. Yo siempre digo que no tengo ideología, sino ideas, y además muy básicas: igualdad, justicia, paz, reparto justo de los bienes. Yo no tengo carné en la mano ni bandera en el bolsillo. Obviamente mi sentir me acerca más a unas posiciones que a otras. Me gustaría que en el mundo hubiera más respeto, más educación, que la cultura no fuese un adorno, y menos en España, donde tenemos dos tesoros: el paisaje y la cultura. No sé si los cuidamos muy bien. Quiero buenas noticias, pero para todo el mundo, porque para algunos hay buenas noticias todos los días. Todos los que se forran con las desgracias ajenas tienen buenas noticias a diario. Ese sería mi ideal de mundo.
¿Y qué titular sobre Pedro Sánchez te gustaría leer? Me gustaría leer menos titulares en contra de él y de otra mucha gente. El discurso político se ha abaratado, se ha envilecido de una forma tremenda. A mí me ha gustado mucho el discurso de la victoria de Salvador Illa, si finalmente lo consigue, claro, en el que pronunció palabras como respeto, educación, cultura… Son palabras que no suelen estar muy presentes en este rabioso mundo neoliberal y volcado a la ultraderecha, donde parece que no se trata de decir más cosas, sino de decirlas más fuertes y retrocediendo décadas en muchos aspectos. Eso no me gusta. Yo siempre soy muy respetuoso, me lo enseñó Alberti. Siempre me decía: “Tú, niño, no seas sectario, porque uno siempre aprende mucho de las personas con las que no está de acuerdo”. En este sentido, me sorprende que el discurso político en España, y en el mundo, se haya radicalizado. Creo que el insulto es el cadáver del argumento. Cuando recurres a él es porque ya no tienes más que rebatir. Me entristece, la verdad. «Me gustaría que la prensa publicara la dimisión de Isabel Díaz Ayuso»
Y sobre Ayuso, ¿qué te gustaría que publicara la presa? Sin duda, su dimisión.
Bueno, jefe, hasta aquí llegué, ¿qué tal lo he hecho? De maravilla, te asciendo inmediatamente [risas].
Como despedida, ¿nos dedicas una canción como hacías todos los días al cierre de la primera edición en el periódico Diario16? La pinchabas en ese radiocasete de doble pletina que teníamos en Cultura, ¿recuerdas? Y después arrancaban máquinas y el edificio temblaba porque en el sótano estaba la rotativa. ¡Qué lujo! [Risas], es verdad, qué buenos momentos… Pues os dedico una canción que le escribí a Rebeca Jiménez, Calaveras y estrellas. Bueno, mejor dicho escribí una canción suya, que no es lo mismo que escribir una canción para… Porque cuando lo hago, me gusta hacer un poco de psicólogo y pregunto cosas para que me cuenten cosas, y de ahí intento sacar conclusiones que sean acertadas. “Joe, pero si soy yo”, me dijo cuando se la entregué. Ese fue el mejor piropo que me pudo echar. Espero que os guste. ¡Ah!, y también la nueva novela de Juan Urbano.
*Experta en Cine, Televisión, Teatro, Música, Libros, Arte y Celebridades. Columnista Invitada