Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
En el país viviendo estamos un desmedido autoritarismo, algo más de desafortunado, lo cual constituye y donde contenido está gran parte de nuestra crisis, crisis infame y de gran calado, toda vez que se repudia la libertad, el orden, el acuerdo, la convergencia y hasta la democracia misma. La ley es un cuento, toda vez que se ve superada en cada acto por un poder ejecutivo de trazas omnimodas que a mi juicio sabe para donde quiere ir. O para decirlo coloquialmente: El país no sabe por dónde va tabla, pero tabla sí sabe para donde va.
Pareciera que viviendo estuviéramos la necesidad de una especie de fe, dado que en los altos designios gubernamentales no importan que pecados se cometan para alcanzar sus pretendido y protervos fines. Hay un claro choque entre la razón y la experiencia, entre la idea y la realidad. testigos somos de una contradicción irresoluble, lo que en política equivale a la falta de gobernabilidad, a la pérdida de legitimidad, a la anarquía que pueda llevar al caos, a la ausencia de autoridad que convertida está en autoritarismo.
Un derecho el nuestro, que parece no ser norma jurídica, sino fantasía, engaño, trampa, falacia, ya que un ordenamiento jurídico señala derechos y obligaciones, tiene la diferencia específica de la bilateralidad y alcanza un mínimo de positividad; vale decir de obligatorio cumplimiento por parte gobernantes y gobernados. No podemos seguir así, ni vivir permanentemente en la incertidumbre, la zozobra y la inseguridad. El Estado de derecho no está para promover la esperanza del pueblo, sino para garantizar certeza y para que sepamos a qué atenernos.
No está el país para juego de azar, sino para realizaciones y soluciones. No podemos permitir que se nos deshaga entre las manos. En las actuales circunstancias, lo más conveniente para los tiempos que vivimos es un liderazgo mesurado, eficaz, respetuoso de la Constitución y la ley. Un líder que hable poco, pero que cumpla lo que promete, que no se pelee y respete a sus gobernados, que efectivamente cuide la investidura y preserve la institucionalidad.
La crisis de gobernabilidad de nuestra democracia representativa que padeciendo estamos, requiere de ajustes ciertos, de reales soluciones, de entender que ella, la gobernabilidad es la capacidad de ser gobernable y conceptualmente se relaciona con lo que se manifiesta cuando existe un estado de equilibrio en el ejercicio del poder político derivado de la solución de demandas sociales y la capacidad de los gobiernos de atender éstas de forma eficaz, estable y legítima.
En síntesis, tenemos una crisis del Estado centralizado, del Estado empresario, del Estado nación, del Estado de derecho. Vamos camino a ser, si es que ya no somos en decir de distintos analistas y cientistas sociales, digámoslo sin melindres, afectaciones ni tapujo alguno, un Estado fallido. La tarea es enorme, Requeridos estamos de un liderazgo auténtico y de una vigorosa vida institucional. Son algunos asuntos de nuestros deberes. Empecemos ya. rubenceballos56@gmail.com
*Columnista. Jurista