Melanio ZUÑIGA HERNANDEZ

Por: Melanio Zuñiga Hernandez

La Colombia posible como refiere el escritor Alberto Mendoza, debe ser una respuesta de equipo a la realidad nacional, ya que involucra el testimonio de millones de personas.

Las elecciones presidenciales de Colombia realizadas en junio de 2022 resultaron en la victoria de Gustavo Petro de la coalición de centro izquierda – Pacto Histórico, que tiene como prioridades principales de su gobierno consolidar la paz, la justicia social, la justicia ambiental y el cambio para las mujeres; cometido que se torna inquietante frente a un panorama de incertidumbre y desilusión, debido a la polarización de las diferentes fuerzas políticas y económicas del país.

En materia económica, el país tiene un historial de gestión macroeconómica y fiscal prudente, anclado en un régimen de inflación objetivo, un tipo de cambio flexible y un marco fiscal basado en una regla fiscal moderna, que proveen una buena base para asegurar la estabilidad macroeconómica, ingrediente clave para la reducción de la pobreza; sin embargo, esta misión asignada por decisión de la Constitución Política de 1991 al de Banco de la República, entidad pública que actúa con independencia, en cuanto la toma de sus decisiones económicas por parte de su Junta Directiva con representación e influencia importante del gobierno nacional; frecuentemente termina siendo víctima de álgidos cuestionamientos por parte de sectores que consideran demasiado ortodoxas sus decisiones, en materia de control de las tasas de interés y la rigidez en inflación.

Según los expertos economistas del país, a medida que el rebrote del consumo reprimido durante la pandemia se desvanezca, las políticas monetaria y fiscal sigan en terreno contractivo, y la demanda externa se mantenga débil, se prevé que el Producto Interno Bruto (PIB) colombiano solo crecerá 1,1% en 2023, y que la economía se dirigirá a un aterrizaje suave, lo cual es necesario para corregir el surgimiento de desequilibrios internos y externos. No obstante, se prevé que el crecimiento económico se estabilice alrededor de 2,8% en 2024, conforme la demanda externa se reactive, y que disminuya la alta inflación del 13.12% de 2022, explicada por la fuerte demanda interna, la inercia de la inflación, la indexación de rentas, las pérdidas de cultivos por las fuertes lluvias, la depreciación del peso colombiano y la espiral alcista de las tasas de interés, que se espera igualmente disminuyan.

Como ya es conocido de la opinión colombiana, el producto Interno Bruto (PIB), que como ya hemos señalado en artículos anteriores corresponde al valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos usando los factores de producción disponibles dentro de un país en un periodo determinado, creció sólidamente durante el año 2022 a una tasa de 7,5%, pero la economía se sobrecalentó con la actividad operando por encima de su potencial, con un alto déficit de la cuenta corriente y una inflación acelerada y creciente, a pesar del gran esfuerzo del Banco de la Republica por controlarla.

De acuerdo con un reciente estudio del banco BBVA Research que revela cómo está la situación social de los colombianos en el país, es decir, la pobreza en diferentes aristas, actualmente el 39,3 % del total de la población se encuentra en pobreza en Colombia, destacando que, según la ubicación y pobreza de la población colombiana, el 44,6 % está en zona rural, el 37,8 % en urbana y el 34,3 % en ciudades grandes. Destacando que, de acuerdo con el género, el 42,9 % son mujeres y el 37 % hombres, con incidencia directa según cifras entregadas por el DANE en febrero de 2023, de un desempleo que llegó al 11,4 %, pero que en el caso de los jóvenes está en el 18,7 %, con una informalidad del 58.2%.

Durante el año 2022 se estima que se registró una modesta reducción en la pobreza en el país, considerando que la inflación, especialmente la de alimentos mermó las ganancias en los ingresos laborales reduciendo en un estimado de 5 puntos porcentuales la disminución de la tasa de pobreza nacional, en la medida que el fuerte fenómeno de la Niña (invierno) ha afectado a casi un millón (1’000.000) personas, ocasionando daños en viviendas, cultivos, infraestructura de vías, en la salud, educación y transporte; razón por la cual se prevé que la pobreza se estanque o aumente en 2023, en tanto el menor crecimiento dificulte la recuperación en los ingresos laborales de los hogares.

Colombia sigue enfrentándose a importantes retos estructurales, ya que la tasa de crecimiento potencial no es suficiente para garantizar la convergencia de la renta per cápita de 6.093 dólares comparada con la de los países de altos ingresos en la región como Uruguay de 17.123 dólares y costa Rica 12.320 dólares; situación que requiere de un gasto público más productivo para la competitividad, desarrollo productivo del campo, puertos estratégicos y competitivos, mejor educación, transición energética, nuevas vías 5G, mejora de las zonas rurales, y apoyo a la economía popular, entre otros.

Para que estas acciones fructifiquen a corto y mediano tiempo se debe propiciar una reducción estructural del indicador inflacionario, una menor indexación, una reducción en el déficit fiscal, revisión a la baja en aranceles, fortalecimiento de los fondos de estabilización de precios agrícolas, y una seguridad social con mejoras en el empleo, menores costos en la formalidad y más cobertura y calidad en salud.

De no ser asi, Colombia sin importar que tenga hoy un nuevo gobierno de tendencia de centro izquierda y con una visión más social, seguirá siendo uno de los países más desiguales del mundo, en el entendido que el crecimiento económico de los últimos años por sí solo no ha sido suficiente para reducir la desigualdad, por cuanto las barreras a oportunidades económicas persisten para ciertos grupos (incluyendo por género, etnia, y ubicación geográfica), limitando así la movilidad social.

Lógicamente para reducir la pobreza de forma sostenible y duradera, y aumentar la resiliencia entre los más vulnerables, se requiere acabar con la polarización política y económica, ampliar la cobertura y adaptación del sistema de seguridad social, reducir las rigideces en la inclusión automática a los programas sociales, hacer que los mercados laborales sean más eficientes e inclusivos, asi como mejorar el nivel y la calidad de la educación, la salud y la infraestructura.

Importa señalar por último, que el intento de presentar soluciones globales a las dificultades nacionales derivadas de las diferentes visiones interesadas y falta de unidad nacional, instala a Colombia en un escenario que necesita transitar a cero emisiones netas de carbono, a una economía resiliente a los cambios climáticos, y a un mundo que requiere gradualmente de menos petróleo y carbón como plantea el nuevo gobierno; además de una inversión significativa y la movilización de financiamiento, lo que requerirá aumentar la productividad y la adopción de nuevas tecnologías, facilitar la transición de empleos, diversificar las exportaciones, revertir y controlar la deforestación, y encaminar los sectores de energía, infraestructura, y transporte a una actividad más verde.

Reformas recientes, como la de impuestos y el financiamiento verde, responden a algunos de estos retos, que necesitan de más acciones por parte de todos los actores para navegar estas transiciones, al tiempo que se puedan abordar las demandas sociales y de consolidación fiscal, que se tornaran intrascendentes, en un país que no puede continuar siendo regido otros 223 años por una sociedad clasista, individualista, competitiva y predadora, acopiada en grupos de poder que defiende a ultranza  sus privilegios políticos y económicos, históricamente al servicio de unos pocos que prefieren propiciar la guerra y el desquiciamiento de la Nación, sin ven comprometidos sus privilegios e intereses.

De nada servirá como ha sucedido hasta hoy tener un país privilegiado, con dos mares y siete micro – regiones que forman un multipais, calidoscopio geográfico, un “puzle”, prodigo en valles, mesetas, paramos, diversidad de clima y tierras productivas que ofrecen múltiples oportunidades para crecer y desarrollarse económicamente, si no le apuestan sus dirigentes a un entendimiento político y económico que garantice la continuidad de las políticas públicas y el desarrollo institucional, sin importar la tendencia ideológica y política del mandatario de turno como sucede en Uruguay, y por eso su desarrollo democrático y sostenido crecimiento; cosa difícil de aplicar en Colombia si mantenemos vigentes y en el espectro lingüístico a los Pastranas, Uribes, Santos, Gavirias, Toros, etc.; que poco o nada les interesan los colombianos de a pie.

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