Por: José Manuel Herrera Brito
Independientemente de cómo se conformen alianzas, se definan acuerdos y actúen partidos de gobierno y oposición, conviene para la buena salud del país, lejos de ideologías y posiciones dominantes, que se tengan planes integrales de desarrollo que, acorde con nuestras propias realidades y necesidades apunten de manera importante y urgente a suplir las prioridades más apremiantes demandadas por las gentes de esta Colombia irredenta a lo largo y ancho del territorio patrio, en la que además importan en ese derrotero, sin demagogia ni malsano populismo, acuerdos programáticos, fundamentaciones, esencialidades, reflexiones, inteligencia, crítica constructiva, transparencia, ser propositivos, apartarnos de esa voracidad que solo pretende dádivas y contraprestaciones, camino a consolidar una gobernabilidad en grande que articulada esté a una sensata y sólida agenda legislativa.
Requiere el país entre otras de sus muchas necesidades, logros y realizaciones, seguridad, la defensa a ultranza de su clase media, implantar e implementar de manera eficiente con garantías y rentabilidad la inversión nacional y extranjera, a fin que la que hay se quede y otros inversores lleguen a robustecer el torrente económico del país; que la pobreza sea cada vez una franja menor, que no se afecte negativamente el sistema pensional, que las promesas mejores se cumplan, que se potencie el emprendimiento, que haya libertad de empresa, que se fortalezca la Fuerza Pública como soporte de la democracia, que la justicia sea una todo verdadero como debe, tiene que ser y corresponde a su misión y función institucional.
Que como en el famoso e inmortal poema de Carlos Castro Saavedra, “Camino de la patria”, vigente en el presente momento histórico del país, podamos decir: “Cuando se pueda andar por las aldeas / y los pueblos sin ángel de la guarda. /Cuando sean más claros los caminos / y brillen más las vidas que las armas. /Cuando los tejedores de sudarios /oigan llorar a Dios entre sus almas. /Cuando en el trigo nazcan amapolas /y nadie diga que la tierra sangra. /Cuando la sombra que hacen las banderas /sea una sombra honesta y no una charca. /Cuando la libertad entre a las casas /con el pan diario, con su hermosa carta. /Cuando la espada que usa la justicia /aunque desnuda se conserve casta. /Cuando reyes y siervos junto al fuego, /fuego sean de amor y de esperanza. /Cuando el vino excesivo se derrame /y entre las copas viudas se reparta. /Cuando el pueblo se encuentre y con sus manos /teja él mismo sus sueños y su manta. /Cuando de noche grupos de fusiles /no despierten al hijo con su habla. /Cuando al mirar la madre no se sienta /dolor en la mirada y en el alma. /Cuando en lugar de sangre por el campo /corran caballos, flores sobre el agua. /Cuando la paz recobre su paloma /y acudan los vecinos a mirarla. /Cuando el amor sacuda las cadenas /y le nazcan dos alas en la espalda. /Sólo en aquella hora /podrá el hombre decir que tiene patria.”
Necesitamos un país digno y coherente, soportado en una voluntad política cierta plena de audacias convenientes, posibles y probables. De reformas que vayan de la mano de los razonamientos mejores sin ensayos ni improvisaciones, de efectivas gestiones, realizaciones y ejecuciones camino a seguir consolidando nuestra tradición y sentir democrático, lo mismo que surjan superiores e inteligentes liderazgo.
Un acuerdo de todos para priorizar los asuntos mayormente vitales de Colombia, debelar ineficiencia y corrupción; superarnos con creces en lo sanitario, económico, social, ambiental e infraestructura. Es en esencia dejar de ser parte del problema y buscar y procurar las soluciones a las crisis que acusamos, lo mismo que adecuado sea como parte de un necesario y sano contrapeso, el ejercicio del control político del gobierno que alertar y evitar puedan, de haberlos, desmanes, arbitrariedades y excesos. saramara7@gmail.com