Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Las ciudades modernas, bueno es tenerlo en cuenta como lo afirman afamados tratadistas internacionalmente reconocidos, se caracterizan por una estricta separación entre función habitar y función trabajar, en el saber que los espacios residenciales deben estar separados de los del empleo y actividades económicas, que deben estar conectados a través de la función circular. Es la ciudad el lugar donde miles de personas habitan y socializan de formas distintas con otras del mismo ámbito, contexto en el que los espacios públicos, definitivos y determinantes hoy, cumplen con el papel de lugares para la interacción social y se considera que para conocer una ciudad, su gente y calidad de una zona urbana se necesitan observar primero sus espacios públicos.
Las historias de las ciudades se personifican por su espacio público. Las relaciones sociales entre sus habitantes, de poder y formas de vivir en la ciudad, son materializadas y expresadas en la conformación de sus espacios de encuentro ciudadano (calles, monumentos, plazas, estaciones de transporte, etc.), que ordenan las zonas de la ciudad dándole sentido a la expresión colectiva, diversidad social y cultural. Una de las principales problemáticas de la planeación de las ciudades es la movilidad, por lo que se piensa en cómo resolver problemas como el tránsito y la seguridad; pero afrontar sólo estas temáticas lleva a más problemas. Las pautas sociales de las clases medias dan prioridad al uso del automóvil y vías urbanas, lo que agrava la segmentación urbana, aumenta las distancias y multiplica congestión y embotellamientos, como lo afirman expertos en la materia.
La ciudad hoy registra procesos negativos que afectan la forma de interactuar y vivir en la ciudad tales como la disolución, al existir una urbanización desigual, debilitamiento o especialización de los centros; fragmentación, que es la combinación de un capitalismo desarreglado con la lógica sectorial de las administraciones públicas, produce la multiplicación de elementos dispersos y monovalentes en unos territorios cortados por vías de comunicación; y, privatización, que es cuando existe una gran generalización de núcleos según clases sociales, entre ellos condominios de lujo, barrios marginales, sustitución de calles, plazas y mercados, por centros comerciales; procesos que determinan la casi desaparición del espacio público como espacio de ciudadanía, ya que acentúan las problemáticas de la ciudad. La transformación de los espacios públicos en centros privados representa costos sociales como el acceso democrático y responsabilidad pública; y, la privatización representa las crecientes exclusiones sociales e inequidades.
Así como existen espacios públicos que las personas utilizan y disfrutan cerca de sus hogares o apropiados para la realización de actividades diversas y gustos personales, hay también problemáticas que llevan a negaciones. La segmentación de la ciudad y clases sociales, inciden en los espacios públicos, no todas las personas tienen fácil acceso a éstos para la recreación por distancia, dificultad de movilidad, inseguridad, falta de ellos o descuido por parte de las autoridades o centralismo, y es cuando la apropiación de espacios públicos deriva en algunas de estas problemáticas debido a la necesidad de acceder a ellos de forma fácil, cercana o económica.
Otro aspecto es que muchas veces el espacio público no es lugar protegido o no está diseñado para dar seguridad, sino para cumplir funciones como transitar o estacionar, permitiendo lo cual que sean ocupados por inmigrantes, pobres, marginados, indigentes, delincuentes, etc., y sirvan como reflejo de injusticia social, económica, política y provoque el miedo de algunas personas, marginación y violencia urbana. El papel de las autoridades es importante a la hora de mantener los espacios públicos, que aunque son responsabilidad de todos, el gobierno municipal tiene el deber de mantenerlos, seguros, limpios y existentes en cada comunidad, lo que muchas veces no funciona de esta manera y lleva a problemáticas como las dichas, terminando en el abandono o apropiación de nuevos espacios que mejor se adapten a las necesidades ciudadanas.
El espacio público es eje y epicentro de una ciudad, espacios ciudadanos, por lo que todas las problemáticas de la ciudad moderna repercuten de manera directa sobre ellos. Cuando una ciudad da prioridad al crecimiento de la edificación y la vialidad, se genera exclusión y se produce una reacción social y cultural de retorno al espacio público, y es cuando los excluidos se lo apropian.
La libertad que nos ofrece el espacio público se disuelve debido al por la delincuencia, violencia, inseguridad y tránsito por la ciudad misma, determinando que las personas busquen lugares específicos que les garantice la libertad buscada, funcionalismo que predomina en las urbes modernas por lo que las autoridades deben dar funciones al espacio público, confundido con las necesidades de los ciudadanos priorizando vialidad y embellecimiento urbano más allá de los espacios para la libre recreación.
* Rubén Darío Ceballos Mendoza. Jurista rubenceballos56@gmail.com