Por: Hernando Pacific Gnecco*
La muerte de 500.000 personas en sólo 20 años sin que medie una guerra, una catástrofe natural como el tsunami de 2004 o una pandemia como la del Covid 19 que sea atribuible únicamente a un fármaco prescrito con fórmula médica es un genocidio abominable. Es el caso de la oxicodona; la familia Sackler, propietaria de Purdue Pharma, fue sancionada en 2021 con el pago de hasta USD 6.000 millones y la disolución de la empresa por los daños causados a la sociedad. El dinero se empleará en resarcir a los afectados por el fármaco, pero la decisión judicial protege a los empresarios de futuros litigios por este caso. Sin embargo, la crisis sanitaria por oxicodona continúa; este peligroso fármaco se puede seguir formulando como analgésico, a pesar de su altísimo potencial adictivo y elevada letalidad. Una reciente apelación ante la Corte Suprema de los Estados Unidos bloqueó la sentencia y revisará el acuerdo; es lo mínimo.
La oxicodona (Oxy Contin)® fue presentada como una maravilla farmacológica: eliminaba todo tipo de dolor sin causar adicción; su respaldo era la aprobación de la FDA. Muy pronto aparecieron voces criticando la idoneidad de los estudios científicos presentados, y empezaron a mostrarse casos de personas que caían en la adicción a la oxicodona luego de usarla por periodos cortos; el camino al infierno estaba despejado. La familia Sackler quería superar las cifras obtenidas por el tío Arthur con la venta del Valium®: plata es plata…
Hubo manipulación, engaño a los médicos prescriptores (algunos participaron de los estudios cuestionados) y engaño a los pacientes; una cadena criminal basada en la codicia. El infame entramado delictivo se tapó con la máscara de la filantropía; fue imposible ocultarlo y en 2017 se declaró la emergencia sanitaria. El escabroso
Richard Sackler giró los reflectores hacia las víctimas, los pacientes: “Ellos son los culpables y el problema. Son criminales inescrupulosos”. Ese sinvergüenza no se responsabilizó de la adicción de los pacientes usuarios de la oxicodona. “Los abusadores mueren. Esa es su elección”. Cinismo revictimizante Tan grave fue la tragedia que los beneficiarios de las donaciones de los Sackler (museos como Tate de Londres, Guggenheim de Nueva York y la Galería Nacional de Retratos de Gran Bretaña, entre otros) se apartaron de las cuantiosas ayudas que recibían de Purdue; no querían estar involucrados. Los visitadores médicos recitaban un libreto de inocuidad y eficacia; Sackler mantenía a una plantilla de médicos indolentes y desviaba la atención de la FDA con sobornos mientras morían los pacientes adictos a su letal medicamento. Muchos pacientes de oxicodona cayeron en adicciones peores como la heroína. La avalancha de demandas no se hizo esperar.
A diario, en quirófanos y unidades de cuidado intensivo, se utiliza fentanilo en la primera línea terapéutica, al igual que su descendiente, el remifentanilo. Enormes son sus beneficios mientras sean usados debidamente por los especialistas; es un opioide 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina. Restringido inicialmente a los espacios hospitalarios para uso especializado, hace algunos años logró salir a la calle en forma de parches analgésicos, aerosoles otabletas, pero también para el uso recreativo; poco faltaba para que inescrupulosos canallas visualizaran un jugoso pero tenebroso filón.
Nuestro organismo produce sus propios opiáceos, más de 20, y tenemos distintos receptores específicos que ejercen acciones concretas, localizados en sitios diversos, particularmente en el sistema nervioso. Los opioides exógenos actúan de modo similar: combaten el dolor severo causado por cáncer o cirugías mayores, activan los sistemas de recompensa, placer y aprendizaje, pero también causan efectos adversos como náuseas y vómito, estreñimiento o confusión y otros más peligrosos como depresión respiratoria o hipotensión severa que pueden conducir a la muerte. La llamada “droga zombi” (combinación de fentanilo, xilacina y otras sustancias) causa estragos por todo el planeta, compitiendo con la cocaína entre las drogas fuertes. Los efectos son devastadores en consumidores frecuentes o adictos; los informes de los estragos son dolorosos.
*Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista. hernandopacific@hotmail.com