Expresidente Biden y Edmundo Gonzalez

Por: Alma los Ángelesabogada *


Mi querida Venezuela, la que me dio tantas alegrías y, al mismo tiempo, los nueve meses más amargos de mi vida. Nueve meses que bien podrían haber sido un parto psicológico y físico simultáneo, pues en esos días, más que esperar el nacimiento de un niño, esperaba con desesperación el retorno de la razón y la dignidad. Fueron meses de secuestro en toda regla, uno que contaba con la aprobación tácita de las autoridades, aquellas mismas que se encargaron de negar lo más básico: comida, salud, y, sobre todo, justicia. En su lugar, me ofrecieron golpizas, humillación y el más profundo dolor de ser prisionero en mi patria por adopción . Pero la ironía de la vida es que, a pesar de todo eso, el dolor también trae consigo una luz, una esperanza que nunca se apaga por más que intenten apagarla.

Lo que quiero decir es que, con todo el dolor de mi corazón, los tiranos no se irán de Venezuela. Y sí, lo sé, ¡qué sorpresa! Nadie lo esperaba, ¿verdad? Se irán, claro, pero cuando las botas ya no les queden bien, cuando el último resquicio de poder se les derrumbe como un castillo de naipes. El problema no es que se vayan. El problema es que no tienen otro plan. No entregarán el poder porque saben que, en el momento en que lo hagan, no habrá un agujero lo suficientemente profundo en la Tierra donde esconderse. Así que morirán con las botas puestas, porque la única forma en que esos personajes saben «salir» es a través de un clamoroso estruendo, en una caída libre que arrastra a todos con ellos.

Hablemos de Nicolás Maduro. Todos piensan que es un «huevón», pero de huevón no tiene nada, mis lectores. Si bien es cierto que tiene una gran habilidad para hacer el ridículo, no se dejen engañar, él se hace el huevón. ¡Qué diferencia, eh! Repartió todas las riquezas del gobierno, saqueó el país sin siquiera transpirar, y, aunque los pobres de espíritu nos llenemos de indignación, la ironía de todo esto es que Venezuela es tan grande, tiene tanto oro, petróleo y recursos que, si se usara con inteligencia, la economía podría resurgir en cinco años. ¡Cinco años! Pero claro, no nos olvidemos del detalle esencial: lo que está en juego no es el dinero, sino la cultura del saqueo que han sembrado en cada rincón de este país.

Es una cultura que se ha instalado tan profundamente, que hasta el más noble de los ciudadanos puede terminar arrastrado por ella. Y hablando de eso, el pobre viejito Enmundo, Se convertirá en Guaidó segunda parte, Guaidó ese hombre que tuvo más arte que todos los chavistas juntos saqueó al país sin estar en el , es otro ejemplo de lo que ha ocurrido en esta tierra. o mejor dicho, en el último intento de resurrección de una Venezuela que sigue buscando a alguien que la redima. La triste verdad es que nadie, ni él solo DIOS , tiene la fuerza para reestructurar y levantar la hermosa Venezuela. Porque para hacerlo, primero tendría que destituir a todos los funcionarios, desde los altos cargos hasta los de ventanilla, ejercito, cuerpos de seguridad, vamos todos los organismos y eso… eso es más difícil que sacar al propio tirano.

Pero bueno, como dice el refrán: no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante. Y aunque cada vez nos parezca más lejano el día de la liberación, hay algo que no podemos olvidar: Venezuela tiene alma. Una vez que se haya desmantelado este régimen, no será un proceso fácil ni corto, pero la semilla de la esperanza sigue viva. Mi estimación es que, como mínimo, tomará quince años para cambiar la mentalidad de un pueblo que ha vivido bajo el yugo del miedo y el saqueo.

Para que este cambio ocurra, no bastará con un golpe de estado o con un cambio de mando. La única forma de levantar esta nación será a través de una intervención global, donde los organismos internacionales auditen y controlen la transición. En estos quince años, más que en cualquier otro momento de la historia, la gran tarea será la educación de las nuevas generaciones. Ellos, los jóvenes, son los que debemos cuidar, los que debemos formar para que la semilla del saqueo no crezca nuevamente.
Y por último, mi querida Venezuela, aunque la política y los poderosos nos hayan quitado mucho, nada podrá robarte el alma. La justicia divina, esa que ni el más astuto de los tiranos puede burlar, es la que, a su tiempo, ordenará todo. Porque, al final, no hay mal que dure para siempre, y por muy enrevesado que esté el panorama, algún día veremos la luz.

*abogada venezolana residente en Colombia 

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