lisbeth barraza escorcia

Por: Lisbeth Paola Barraza Escorcia*

No se entiende que no haya compresión, lo que es inadmisible, que manipular la causa de los pobres es una perversión política que requiere corrección definitiva, toda vez que muestra y demuestra vileza, ruindad y una de las más humanas de las bajezas. No se entiende tampoco que no se comprenda que ha pasado ya la época de quienes interpretaban el compromiso cristiano por los más pobres, como “filo-marxismo” o como “cato-comunismo”, ni que existan aún pequeños reductos radicalizados, normalmente intoxicados por la “teología de la prosperidad” o por “teorías de la conspiración”, que ya no existen ambientes que descalifiquen porque sí las obras de personas que ayudan a los más necesitados, menos favorecidos, vulnerables o menos asistidos por la fortuna.

Importa en todo lo que tiene que ver con las marginalidades y marginaciones sociales que bien y mejor podemos aprender lecciones importantes de los hechos buenos y malos, perniciosos o perversos que nos marcan históricamente, ya que no procede lo cual, de un plan estratégico, de una organización popular, o de un respaldo político. Los más pobres y marginados son fuerza principalmente por su sentido de fe, singular fraternidad en momentos de prueba, por su valor al luchar comunitariamente. En otras palabras, los más pobres construyen, muchas veces con su sangre, la presencia de un reino diverso al del poder del dinero, la intriga, la malévola complicidad, un reino en el que la pequeñez, el dolor y la exclusión, -no la “grandeza”-, es el medio que utilizan los mejores para actuar en medio de la Historia.

Diferente de todos modos esto que anotamos, respecto del neopopulismo, cuyos adeptos se jactan a boca llena del discurso pauperista sobre vulnerables y vulnerados, sin embargo, se le nota que no vibran con las esperanzas, con los sueños, con la fe de los últimos de la Historia. Hablan de pobres, pero se percibe que sólo los usan para sus fines de autopromoción y de vanidad. Proclaman a los pobres al dar estadísticas, pero no empatizan porque jamás han compartido el pan con ellos. En el fondo, los neopopulistas, esos pequeño-burgueses han hallado un nicho para el “social-climbing”, por medio de un pseudo-compromiso popular; esto es , que cuida las apariencias al máximo, pero sirve obsecuentemente a los más bajos intereses de un poder que no es ni será nunca de ellos, en la contundente realidad que no entienden la verdad de cómo es en esencia el juego de las estructuras del poder.

Quien comienza a vivir la opción preferencial por los pobres, tal vez no es buen orador, ni tiene estudios de postgrado, pero aprende a admirar la fe del pueblo sencillo y la pide para sí. Quien ha dejado que los pobres “irrumpan” en su escenario existencial, no puede dejar de llorar y ser solidario cuando sus hermanos sufren. No se burla ni rehúye de esa fe popular, y muy al contrario, se alimenta de ella.

Los neopopulistas instrumentalizan sin vergüenza a los pobres, los sacrifican y se enriquece con ellos, lo que es una perversión política, social y humana que es preciso combatirá fondo. Los neopopulistas son corruptos y corruptores, siembran suspicacias y enconos, erosionan la amistad personal y social, polarizan y fracturan, en lugar de afirmar con valentía que otra forma de convivencia, solidaridad, integración y cohesión social es posible. Definitivamente los menos afortunados no merecen tales bajezas, sino a personas que los valoren y los ayuden a superar sus falencias.

*Lideresa Social. Asesora. Consultora. Docente. Conferencista. Columnista

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