MÉDICO HERNANDO RAFAEL PACIFIC GNECCO

Por:  Hernando Pacific Gnecco*

Alzheimer, Pick, anosognosia, demencia senil o presenil son máscaras parecidas para ladrones distintos. Ladrones todos, a fin de cuentas, que cobran muchas víctimas todo el tiempo y en todas partes. En 1901, el médico alemán Alois Alzheimer se intrigó por el caso de una paciente del Hospital de Frankfurt llamada Auguste D., quien “permanece sentada en la cama con expresión de impotencia” y “mira como si no comprendiera la pregunta”; solo pudo sacarle su nombre durante el interrogatorio. Después de estudios clínicos y anatomopatológicos de algunos pacientes, en 1906 la denomina “enfermedad característica del córtex cerebral”, pero es su colega Emil Kraepelin quien para 1910 la llama Enfermedad de Alzheimer.  

Todas las formas de demencia, ya sea por envejecimiento o por otros factores, afectan principalmente la memoria, el pensamiento y la capacidad para desarrollar las tareas cotidianas. Además de la edad y el género, afectan ciertos factores sociales y el estilo de vida: hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes y obesidad se suman al tabaco, alcohol y psicoactivos, y enfermedades evitables adquiridas por hábitos dañinos como falta de sueño o inactividad física.

El aislamiento social y la depresión son detonantes importantes, igual que la terapia estrogénica, apnea del sueño o traumas craneanos anteriores, y un bajo nivel educativo. 

En 2014, el periodista Jesús Espada escribió un texto, “Por si mañana”, premiado en un concurso de cartas de amor. Refleja el escrito, un relato de ficción de un paciente con Enfermedad de Alzheimer, el agradecimiento a su esposa por el cuidado y cariño que le dispensa, y el temor a que un tiempo más adelante ya no pueda reconocerla, el miedo a sumergirse en las tinieblas de la memoria perdida. Un artículo periodístico de 2017, portal BBC, es más dramático, y transcribe paso a paso va experimentado Patricia Latto desde cuando se hace consciente de que puede estar padeciendo la terrible enfermedad; sus notas escritas empezaron en mayo de 1990, dos décadas antes del diagnóstico oficial. Ella podía citar a Shakespeare palabra por palabra y sin titubeos, pero le costaba escribir su propio nombre.  

“Mi mente está llena de agujeros”, escribe Patricia. Todo este drama comienza con algunas alteraciones de la memoria reciente, dificultad para concentrarse o seguir conversaciones, resolver problemas o tomar decisiones. Progresivamente, los pacientes pueden olvidar dónde dejan objetos, extraviarse o perder la noción del tiempo. Los cambios conductuales acompañan a esta sintomatología: tristeza, ansiedad o enojo cuando son conscientes de su enfermedad; cambios en la personalidad, conductas inapropiadas, renuncia al trabajo o a las actividades sociales, y desinterés por las demás personas. La demencia llega escondida, como un ladrón nocturno. Si bien el enfermo puede ser consciente de padecer su patología, termina destrozando los sentimientos de quienes le rodean.  

Aparece en el 2% de la población de los países industrializados; más del 10 % de la población mayor de 65 años y el 50 % de la población mayor de 85 años la padece. Se espera que hacia el 2040 haya 80 millones de nuevos casos cada año.

No se sabe cómo comienza, pero sí que es degenerativa, progresiva, irreversible y mortal; hay distintas hipótesis para explicar los mecanismos que la producen. En las etapas más avanzadas, se afecta la memoria remota, aparecen irritabilidad y labilidad emocional, agresividad y desconocimiento de las personas. Finalmente, pérdida de masa muscular, inmovilidad e incapacidad para valerse por sí mismo.  

Se estudian métodos diagnósticos para detección temprana; algunos medicamentos prometen ralentizar el curso de la enfermedad. Solo algunas terapias han ayudado a mejorar el estado psicológico y enlentecer la pérdida de algunas funciones: música, mascotas, recreación o terapia ocupacional.

Lo más importante: la familia. Algunos rodean de amor al enfermo; otros, en actos de negación o rechazo, lo abandonan. Casi nunca aparece la apatía o la indiferencia a su alrededor; el enfermo terminal no es consciente de padecer de Alzheimer. 

“La vida no es lo que uno vive sino cómo lo recuerda, y cómo lo recuerda para contarlo” 

Gabito.
Texto, “Por si mañana”, del periodista Jesús Espada. Es la carta de un enfermo con Alzheimer a su esposa.

 *Médico Cirujano. Especializado en Anestesiología y Reanimación. Docente Universitario. Columnista.  hernandopacific@hotmail.com

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