Ec. Esp. Omar Escobar
Como ciudadano de a pie, trato de mirar objetivamente el problema árabe-israelí. Sin embargo, en problemas de guerra, los bandos justifican su accionar, buscando seguidores en la población. Considero que el académico no debería tomar partido, caso contrario se convierte en uno más del bando, a diferencia del civil quien emite opiniones sesgadas.
Hoy en día los medios de comunicación, son empresas que venden información dirigida a incentivar las emociones mas no a despertar la razón, pues la primera aumenta ventas, perdón… seguidores.
El análisis o las investigaciones históricas que tratan de demostrar quien estuvo primero, si los judíos o los árabes; quien es judío o quien es palestino, sería como tratar de demostrar la legitimidad de los pueblos en las tierras conquistadas – requiere paciencia ante la complejidad. Sin embargo, historiadores como Francisco Gil White del MOR, hacen énfasis en que la causa es ideológica y no territorial, respecto al cual presento algunas objeciones. De antemano, invito a mirar su canal y emitir sus propias conclusiones.
Al parecer, en medio oriente, los judíos ya estaban desde el siglo IX a.C. pero no hay que olvidar que fueron exiliados por los Babilónicos en el 586 a.C, según los arqueólogos Finkelstein y Siberman. Diáspora que llevaría a los judíos a recorrer el mundo, pero siendo expulsados donde querían asentarse y es obvio que trataran de llegar otra vez a su territorio natal, comprobándose que el hombre necesita un factor productivo, el Estado un pedazo de tierra y el político una ideología… todo se retroalimenta.
Tratar de demostrar que el problema es ideológico antes que territorial, deja muchas dudas, cuando lo ideológico es una máscara de muchas pretensiones como la “tierra prometida”, – por la cual se ha derramado mucha sangre. Por tanto, en ese marco de “gestionar la realidad” inquieta la exclusión de actores claves y la inclusión de posturas subjetivas que llevan a demeritar un trabajo académico.
Si los musulmanes conquistaron Jerusalén en el año 638, convirtiéndola en la tercera ciudad sagrada del islam, desde ese año los habitantes terminaron adoptando la cultura árabe, así sea tarde. Lo cierto, es que, en los procesos de colonización, la cultura con más poder, absorbe a la otra y al final terminan conviviendo. Cuando las culturas son fuertes sea por su economía o por su magnitud poblacional, el proceso de aculturación es lento. ¿Porqué? Los británicos lo saben y no les fue fácil lidiar con dos grupos con una fuerte propensión a la religión: musulmana y judía. Pero eso no significa que el problema sea de religión.
Desde 1880 colonos alemanes e inmigrantes judíos iniciaron asentamiento en tierra prometida, con anuencia de sus habitantes palestinos y convivieron pacíficamente con ellos. Forjaron una infraestructura que permitió su desarrollo autónomo a través del trabajo comunal agrícola, llamado kibutz muy esenciales en la creación del Estado Israelí. Los palestinos, temerosos de ser desposeídos de sus territorios por los sionistas, a pesar de que el mandato británico ya había dividido a Palestina en dos Estados: 70% judío y 80% palestino, Husein ibn Alí pidió y acordó con los británicos la independencia de sus territorios tras la conclusión de la Primera Guerra Mundial. Los ambivalentes británicos, trataron de limitar la inmigración judía, pero también reafirmaron el apoyo al “hogar nacional judío” y retardaron la promesa a Husein ibn Alí. Al sentirse desprotegidos, personajes como Amin al-Husayni, Gran Muftí de Jerusalén, buscó ayuda en los enemigos de los judíos; ayudó a los nazis a reclutar musulmanes bosnios para las Waffen-SS. Ojo, el gran muftí de Jerusalén, fue nombrado en 1921 por Herbert Samuel, diplomático británico y judío, mientras que la OLP, no lo acepto en sus filas, pues era un nacionalista árabe y férreo opositor del sionismo.
Hablar del Estado Israelí, amerita recordar al “padre de esa nación” – como lo llamaban sus seguidores- Ben-Gurión, quien creo el consejo que proclamaría la existencia de Israel, quien leyó la Declaración de Independencia y lo gobernó por 13 años y fue el mismo quien condenó a los grupos de extrema derecha que llevaron a cabo actos crueles e indiscriminados y se opuso a conservar territorio árabe más allá de Jerusalén… hombre culto, políglota y poco recordado, talvez por su inicio en las filas del socialismo y su ateísmo… debe resultar incómodo para la derecha.
Como no mencionar Isaac Rabin, Premio Nobel de la Paz y Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1994. Isaac Rabin, militar pacifista, se enfrentó a una agresiva campaña de descrédito con una oposición feroz en su contra, liderada por la derecha del hoy primer ministro Benjamín Netanyahu y termino asesinado cobardemente por el ultranacionalista judío Yigal Amirla en 1995. Creía que israelíes y palestinos pudieran convivir.
Yaser Arafat – cuya enmarcación en corazones, demerita un trabajo académico, solo refleja desprecio, no propio del observador objetivo. Al fin, logró firmar el Acuerdo de Oslo, que le trajo graves enfrentamientos internos y como a Rabin, lo llevó a la muerte. El periodista e investigador israelí Ronen Bergman en el libro Rise and Kill First menciona el uso por Israel de radiación para matar al líder palestino.
Los medios de comunicación, están divididos, unos excluyen información que otros manifiestan, como el enfrentamiento étnico diario entre palestinos y colonos judíos. Los asentamientos, a más de Ilegales, se amparan en el Estado israelí, creando conflictos entre familias y Estado, en consecuencia, la impotencia hace crecer el odio, la confrontación y la venganza de ambos lados. Para las nuevas generaciones de palestinos y árabes no son sesgos imaginarios, son rivalidades en vivo y a diario entre las familias, unas asentadas hace 50 años otras, apenas llegadas – los colonos.
La política expansionista territorial de la derecha israelí se sustenta, entre otras, en las leyes de desalojos: Ley de Bienes Ausentes de 1950, y la Ley de Asuntos Legales y Administrativos de 1970. La primera prohíbe a la población palestina reclamar las propiedades que perdieron durante el conflicto de 1948. La segunda permite exclusivamente a los judíos apropiarse de diferentes barrios de Jerusalén Este. Es una trampa jurídica perfecta que básicamente permite a los judíos reclamar propiedades que perdieron durante la guerra de 1948, mientras se lo prohíbe a los palestinos. Allí queda demostrado el objetivo territorial.
Abordar el problema solo desde lo ideológico, es hacer creer que es una guerra de unos delirantes terroristas contra los buenos; es desconocer las pretensiones territoriales de los DOS bandos; es desconocer que el Estado de Israel cayo en la barbarie de su enemigo, cuando debió imitar “los juicios de Núremberg”, y respetar el legado de Ben Gurión e Isaac Rabin. Por su parte, la Autoridad Palestina, mustia e impotente frente a los extremismos internos – dizque ideológicos- permitieron crecer el monstruo del terrorismo en su interior… debería asumir responsabilidad ante las cortes internacionales.
Los pensamientos ortodoxos y extremistas en el poder, están acabando con la gente de a pie.