Por: Pascual Vera*
«EL ‘QUIJOTE’ TRAZÓ UNA LÍNEA DE DEMARCACIÓN ENTRE EL ROMANCE Y LA NOVELA QUE SE HA MANTENIDO HASTA NUESTROS DÍAS»
El autor sudafricano será investido este lunes Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia, en un reconocimiento a su carrera literaria como el que la Academia Sueca le tributó en 2003 al concederle el Nobel. Aun residiendo desde hace más de veinte años en Australia, a 10.000 kilómetros de su país de origen, nunca se ha sentido John Maxwell Coetzee alejado de su Sudáfrica natal, país en el que nació hace 84 años y en el que se desarrolla buena parte de su obra. En torno a aquella tierra y sus gentes gira su narrativa. Y también, desde luego, de la problemática del apartheid, un tema vergonzoso que concitó la repulsa mundial y del que hizo el escritor un tema recurrente en su ya ingente producción literaria. De hecho, cuando en 2003 le concedieron al premio Nobel de Literatura, la Academia Sueca hizo constar que se le otorgaba por «la brillantez a la hora de analizar la sociedad sudafricana», y reconoció que «su obra está fuertemente marcada por la época del apartheid, lo que, lejos de darle carácter local, la convierte en universal».
Su repulsa a cualquier tipo de racismo convierte su vida y su obra en la de un ciudadano solidario y, como se suele decir, ‘del mundo’. Enamorado de la obra de Dostoievsky, Kafka y Pirandello, y sobre todo, del Quijote –una novela que califica de «asombrosa» por el momento tan temprano de la historia en la que está escrita–, aboga por seleccionar cuidadosamente nuestras lecturas, dado lo breve de nuestras vidas. Luchador infatigable contra la censura, califica la tauromaquia como una «matanza ritualizada» –«¿qué otra cosa son los toros si no?»– y asegura no entender por qué el ser humano descuartiza y come animales muertos. La soledad, el aislamiento, la vejez, la muerte… son a menudo los temas de las novelas de este escritor que posee en vida el marchamo de clásico y que mañana será investido por la Universidad de Murcia nuevo Doctor Honoris Causa, en una ceremonia en la que actuará como padrino José Carlos Miralles Maldonado, catedrático en el Departamento de Filología Clásica de la Facultad de Letras de la UMU.
Afirma que leer en traducción será siempre una experiencia de segunda mano, sobre todo cuando el original ha sido elaborado con sumo cuidado, pero leer la traducción de una gran obra literaria siempre va a ser mejor que no leerla, ¿no? Me pregunto si una traducción tiene que ser inferior al original. Si es cierto que la traducción es habitualmente inferior, es porque el escritor del original pone más cuidado y atención –y también pasión– que el traductor. En el caso de mi novela más reciente, El polaco (2022), mi intención era que la traducción al español no fuera en absoluto inferior al original, y colaboré con mi traductora para conseguir este fin. Además, puedo señalar también que las traducciones al alemán de mis novelas recientes, realizadas por Reinhild Boehnke, son, en mi opinión, tan buenas como las originales.
También afirma, con total ironía, que, después de mucha práctica, escribe buenas frases en inglés. ¿Es la experiencia requisito indispensable para la excelencia? Por excelencia supongo que se refiere a la excelencia como novelista. No: hay muchos novelistas buenos e incluso excelentes cuyo repertorio estilístico es limitado o que no tienen buen oído (es decir, que son sordos al potencial rítmico o musical de la prosa) o cuya prosa tiene otros puntos débiles. Los puntos fuertes de estos escritores residen en otra parte: en la composición dramática, en la perspicacia psicológica, etc.
Ha asegurado en más de una ocasión que lamenta que el inglés se haya apoderado del mundo. No me opongo al uso del inglés como lingua franca en la diplomacia, el comercio o el turismo. A lo que sí me opongo es a la extinción de las llamadas ‘lenguas menores’ en favor del inglés. Me desagrada especialmente el efecto que el dominio mundial del inglés tiene en los países anglófonos, donde fomenta la creencia de que es necesario dominar una sola lengua, es decir, el inglés.
Le quiero preguntar también por su opinión sobre la tauromaquia, ya que ha calificado las corridas de todos como «una matanza ritualizada». Las corridas de toros son obviamente una matanza ritualizada, ¿qué otra cosa son si no?
En los últimos tiempos he leído cosas suyas hablando con crudeza de lo que nos permitimos hacer con los animales los seres humanos para alimentarnos. En cuanto a la alimentación, sigo al filósofo griego Plutarco: «Me parece extraño que los seres humanos descuarticen los cadáveres de los animales y se los coman».
Usted es muy crítico también con la censura, con ese afán por parte del poder por silenciar distintos aspectos que no casan con su credo. Mi libro sobre el tema de la censura fue escrito en los años ochenta. En él hablo de los efectos de la censura del Estado en la literatura, que considero deplorables. Desde entonces, los regímenes de censura literaria han desaparecido más o menos en todo el mundo, como consecuencia de la menguante importancia de las obras literarias en la vida pública. Reconozco que esta opinión puede ser demasiado optimista, ya que en Estados Unidos existe un movimiento reaccionario que pretende impedir el acceso de los niños a escritos ‘radicales’ sobre raza y género. Esperemos que este movimiento sea efímero.
Usted ha afirmado que Don Quijote es la novela más importante de todos los tiempos. ¿Podría decirnos qué es lo que la hace tan importante? Es notable que, de forma tan temprana en la historia de la novela, surgiera un autor que identificó y exploró con la mayor claridad y poder el gran tema subyacente del género: la desilusión o la ruptura de la ilusión. Cervantes trazó en el Quijote una línea de demarcación entre el romance (el género de la ilusión, o en el lenguaje de Cervantes, del «encantamiento») y la novela, una línea de demarcación que se ha mantenido hasta nuestros días.
*Escritor. Editor. Columnista. Comunicador Social. Periodista.