Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*
Importantes son sin duda las regiones, las cuales cobran cada vez un papel más importante en las políticas públicas y su enfoque tiene hoy un protagonismo central en las estrategias para el desarrollo económico. La OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos) en la que participan 30 de las economías de mayor tamaño en el mundo, a través de su Dirección de Gobernanza Pública y de Desarrollo Territorial, recientemente publicó un reporte en el que se analizan los factores que hacen más exitosas a algunas regiones en su capacidad de generar y mantener crecimiento económico. Se trata de generar crecimiento, establecer por qué algunas regiones crecen más aprisa que otras, a veces contradiciendo la teoría económica, lo que constituye un aspecto central hoy cuando quienes establecen las políticas públicas están en busca de alternativas para estimular un crecimiento nuevo y sostenible después de la crisis económica.
La sola concentración de recursos no es una condición suficiente para el crecimiento económico, la clave está en la manera en que los activos son utilizados, en cómo interactúan los diferentes actores y como se explotan las sinergias. Obliga lo cual invertir en infraestructura en combinación con otros tipos de inversión, especialmente en educación y capacitación. Para la innovación, cuentan no solamente el número de investigadores o el nivel de inversión en I+D, sino cómo funciona el sistema de innovación entero. Esto lleva a consideraciones de política pública muy diferentes de aquellas que se derivan de suponer que la concentración por si misma generará automáticamente economías de aglomeración. También sugiere un papel de la política pública en asegurar que se maximiza el crecimiento a partir de los activos presentes en la región. El mercado no es capaz de hacer esto solo.
Esta nueva percepción del papel de la política regional es relevante después de la crisis cuando temas como el ‘crecimiento verde’ y la eco-innovación aparecen como prioritarios en las agendas. Las políticas regionales tienen una fuerte contribución para lograr un crecimiento sostenible al nivel regional y nacional. Pero para maximizar esta contribución, la política pública debe apoyar las reformas, continuando una transición dejando atrás los subsidios que distorsionan el mercado hacia políticas que destraben el potencial de las regiones y que soporten los objetivos de largo plazo en lo económico, social y ambiental. Esto es particularmente crucial dada la limitación de recursos disponibles para los gobiernos nacionales, regionales y locales y las estrechas restricciones presupuestarias a futuro.
Las regiones deben sin más demoras construirse en torno a alcanzar mejores y mayores niveles de desarrollo, aminorar la pobreza y desprenderse del malhadado centralismo que impide autogobiernos más prácticos, los cuales fortalecerán sin duda la gestión de los propios asuntos y la solución de las reales necesidades, además de apuntar a gobiernos más modernos. La regionalización debe un todo efectivo desde la cual se construya un propio porvenir, impulsar nuestro propio desarrollo social y crecimiento económico, camino a solucionar nuestras dificultades, en lo que importa revisar y reconstruir un nuevo gobierno central y regional en compendio de equilibrio territorial y reparto adecuado de recursos; y, desde luego, de competencias, al tiempo de redefinir responsabilidades y recursos, labor que debe estar en la mira de la política nacional, a fin de mejorar las condiciones de vida de las regiones con más empleo, educación, salud y con más responsabilidad de su futuro, para tener gobiernos más comprometidos y definitivamente más cerca de la gente, responsables y con el objetivo de combatir corrupción, malos manejos y demás desmanes de diverso orden que obstaculizan desarrollos armónicos en beneficio colectivo. * Jurista