Por: Iván Meneses- Periodista.
El año 2006 fue un momento decisivo en mi vida, un período que me trajo la alegría y el amor más profundo. Fue el año en que conocí a la mujer más hermosa y especial que jamás había visto, la que se ganó mi corazón y me hizo sentir vivo.
Recuerdo el día que la conocí como si fuera ayer. Su sonrisa radiante iluminó mi ser, y su mirada penetrante me hizo sentir como si estuviera desnudo ante ella. Me enamoré de ella en ese instante, y supe que quería pasar el resto de mi vida a su lado.

Nuestra relación fue intensa y apasionada. Éramos la pareja del momento, y todos nos veían como el ejemplo perfecto de amor verdadero. Teníamos planes para un futuro juntos, planes que incluían una casa, hijos y una vida llena de amor y felicidad.
Pero, como suele suceder, la vida tiene sus propias sorpresas. Una prima de ella se entrometió en nuestra relación, y mi debilidad, falta de autocontrol y dominado por el exceso de alcohol me llevaron a cometer el error más grande de mi vida. Le fui infiel, y le destrocé su fiel corazón.
A pesar de mi traición, ella me sigue amando. Me dice que soy el hombre de su vida, y que no puede imaginar un futuro sin mí. Me ha perdonado, y ha decidido darle una segunda oportunidad a nuestra relación, pero nos abstenemos de reconstruirla, porque tenemos a alguien más a nuestro lado.
Mientras escribo estas palabras, me doy cuenta de lo bendecido que soy. No muchos hombres pueden decir que tienen a una mujer como ella a su lado, una mujer que lo ama incondicionalmente a pesar de sus errores.
En el año 2006 viví episodios decisivos en mi vida sentimental, un período que me enseñó la importancia del amor y la lealtad. Me enseñó que el amor verdadero puede perdonar incluso los errores más graves, y que la segunda oportunidad puede ser la clave para una vida feliz y plena.

A ella, mi angelito, mi corazón late solo por ti. Gracias por amarme, por perdonarme y por darme una segunda oportunidad de volver a caminar juntos, cuándo Dios nos dé luz verde.