Por: Ec. Omar Escobar
Una economía basada en el capitalismo manufacturero e industrial supone la generación de plusvalía y la acumulación de esta, y no necesariamente con propiedad privada, como muchos creen. Sin embargo, una economía basada en la deuda, el crédito y la deuda ordenan la distribución de los recursos y por ende influyen en el crecimiento económico. La característica del crédito o el préstamo de dinero se hace de manera directa (préstamo) o indirecta a través del crédito y los bonos, cuyo propósito inmediato es motivar la inversión, el consumo y en el largo plazo el crecimiento económico.
Si bien los prestamistas, reciben intereses como recompensa al préstamo y al riesgo de sus fondos, el deudor está en desventaja cuando la inversión no retribuye el costo de la financiación y la deuda puede perpetuarse en un largo ciclo de endeudamiento que dificulta la recuperación y hace más costosa su vida. Hoy en día, las ventajas están para el prestamista, no solo facilita a empresas y gobiernos financiar proyectos y gastos que de otra manera serían imposibles, sino también ganar atractivos dividendos. El deudor si bien financia la compra de activos, esta propenso al sobreendeudamiento por incrementos en la tasa de interés, la baja rentabilidad de su negocio o a factores exógenos de inestabilidad económica y financiera del país.
Los sistemas económicos de los países desarrollados como los emergentes, están ligados a la deuda. Según el Banco Mundial (2024) “en la última década, la deuda externa de los países de ingreso bajo ha aumentado a un ritmo superior al crecimiento económico. (…) En la actualidad, se estima que el 52 % de los países de ingreso bajo enfrentan un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya se encuentran en esa situación”. Así mismo el costo de esos préstamos superan los gastos en salud y educación que a la larga no revierten en mejora de la productividad del país y termina con una deuda insostenible.
Por más que el FMI y el BM, hagan las recomendaciones técnicas a los países deudores, dichas medidas son paños de agua tibia frente al verdadero propósito del sistema económico basado en deuda. Dichos organismos se enfocan en la “buena gestión de la deuda y la promoción de la sostenibilidad financiera”. “En la Edad Media, la deuda fue un elemento clave y una de las formas originarias de acumulación de capital. También en el siglo XIX jugó un papel importante para subordinar a los países periféricos mediante la expoliación de los pueblos colonizados, de forma que fue trascendental en la política imperialista de las principales potencias capitalistas.” (Zabala, 2024).
La deuda pública, son las obligaciones financieras del gobierno de un país, incluidos los bonos y otros valores y es una herramienta que utilizan los gobiernos para financiar el gasto público y abordar los déficits presupuestarios. Según Focus Economics la deuda pública, medida como como un porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), muestra una proyección de los países con más alta deuda en el mundo para el presente año: Japón: 242%. Singapur: 173%. EEUU: 124%. Francia: 116%
La deuda pública de todos los países está fuera de control, es impagable. La pregunta es, ¿Quiénes son los prestamistas? Los principales acreedores, son países y organizaciones internacionales. Entre los países, están: Japón, que es el principal acreedor neto del mundo, con un gran volumen de activos externos netos, incluso a pesar de tener una de las ratios de deuda pública más altas sobre PIB del mundo, le siguen, China y Reino Unido, Alemania, Suiza y Bélgica. Como organizaciones internacionales, están: El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, el BID, el BIRF, el Banco Interamericano de Finanzas, la Corporación Andina de Fomento, incluso el Club de París. El experto Miguel Boggiano, dice que los inversores privados de EEUU, son los mayores acreedores del Gobierno de EEUU, fondos de pensión privados y estatales, los fondos de inversión global, bancos privados y la Reserva Federal que financió en gran medida los estímulos del gobierno durante la pandemia, aumentando en más del doble las tenencias de Bonos del Tesoro – Actualmente, es acreedora de casi 5 Trillions de deuda pública.
Estos jugadores, después del Breton Wods, colocaron dinero a bajo costo y el resto de países lo demandaron como una alternativa para superar la crónica escases de divisas. Así el capital extranjero fue visto como fuente de desarrollo, pero en el largo plazo el nivel de endeudamiento se elevo de manera desproporcionada en relación con la capacidad exportadora. Sin embargo, fueron los incrementos en las tasas de interés, auspiciados desde la Reserva Federal, la que desató la crisis de la deuda latinoamericana. Es decir, el dinero obtenido a través del mercado de capitales del mundo sirvió para financiar los déficits en cuenta corriente norteamericana. “De allí, que el crecimiento económico estadounidense este asociado con los déficits de cuenta corriente y una impresionante succión de ahorro real del resto de mundo”. (Andrés Asiain). Bien se podría decir que las obligaciones financieras por intereses de estos países superaron con creces la misma deuda inicial, razón por la cual, no había receta para contener su crecimiento.
Es en ese momento cuando se devela el verdadero propósito del crédito, oculto tras la “bondad anglosajona”, es el poder de los países centrales, sus bancos y empresas interviniendo en las políticas económicas locales a través de los organismos multilaterales de crédito para garantizar los recursos energéticos. Su estrategia fue eficaz, pues esta relación de dependencia política que significó la nacionalización de la deuda externa permitió a los organismos acreedores presionar para imponer medidas tendientes a supeditar la economía nacional al mercado mundial, mediante la liberalización del comercio exterior…En 1980, lo llamaron el “Consenso de Washington” y en Colombia “apertura económica” en 1990.
Así que la mano invisible del capitalismo moderno, es la deuda externa, que enriquece al acreedor anglosajón y empobrece al tercermundista. Curioso es que ambos son fieles creyentes de dios y gente de bien. Pero idolatran al dinero y no perdonan una deuda. Por eso Francisco dijo: «El primero en perdonar las deudas es Dios», e hizo una apelación clara: «Animo a los gobernantes de los países de tradición cristiana a que den buen ejemplo, cancelando o reduciendo en la medida de lo posible las deudas de los países más pobres».