Por: Pablo Díaz Marenghi* y Pablo Schanton**
Los museos argentinos empiezan a notar que las muestras más convocantes involucran inmersión. La retrospectiva de la célebre artista japonesa Yayoi Kusama (Obsesión infinita) realizada en el MALBA en 2013 impactaba por sus escenarios tapizados de luces y puntos de colores, que el público curioso convirtió en fondos para selfies. Kusama marcó un hito inmersivo, y más: con más de 206 mil visitantes fue durante mucho tiempo la exposición más convocante de la historia del museo. Sólo la superó el argentino Leandro Erlich con Liminal en 2019 (252 mil personas). Erlich ofrece instalaciones cuyos trucos ópticos también invitan al público transgeneracional y no habitué a galerías de culto. Estos éxitos de taquilla señalan un futuro espectacular para los museos.
Grinban y Alicia en el país. Como decíamos al principio, mientras Van Gogh, Frida Kahlo y Banksy lograron muestras inmersivas convocantes, fueron aquellos eventos no relacionados con artistas -como Secret Garden (en el Jardín Botánico) y Blow Up- los que mostraron hacia dónde va la experiencia inmersiva. Como sucedió con Imagine Van Gogh, estuvo detrás un empresario argentino que siempre tuvo el ojo puesto en la novedad, Daniel Grinbank. Cuenta en sus memorias, editadas por Planeta en 2022, que su interés por lo inmersivo comenzó con el encierro pandémico: “Tenía que reinventarme, una vez más, salir al cruce para permanecer en la industria cultural y de entretenimiento (…) En cuanto pude me tomé un avión y fui a ver de qué se trataba eso de las exposiciones inmersivas. Entonces, llegó el enorme éxito de Van Gogh en La Rural mientras escribo estas páginas de cierre. Y mis expectativas, enormes, por otras muestras y movidas que están siendo y que vendrán”. Esto recién empieza…, ella.
La experiencia inmersiva nunca se detuvo en la ciudad de la furia. Desde una feria, también en la Rural, que se presentó como “el evento de metaverso más grande de América Latina” orientada al arte digital (VirtualityBA en 2022), hasta una muestra en el CCK que repasaba la trayectoria de Astor Piazzolla en el 100° aniversario de su nacimiento (Piazzolla 100, 2022), que luego dio paso a un homenaje del mismo tipo a Leonardo Favio. Pero es una obra multi-medial la que se destaca en el panorama nacional. Se trata de Glup Glup y el País de las Maravillas (2023), de Mateo Amaral. Inspirada en el clásico de Lewis Carroll, se define como una “experiencia surrealista audiovisual fulldome”, que reinterpreta varias escenas icónicas, como la caída de la madriguera o la hora del té, mediante elementos 3D, animación, algoritmos de inteligencia artificial y un notable diseño sonoro envolvente.
La producción corrió por parte de Espacio Plá, una plataforma cuyo nombre homenajea a Eduardo Plá, artista y director de la película de culto Alicia en el País de las Maravillas (aquella que Charly García iba a musicalizar en 1976, y que nos legó la gran Canción de Alicia en el país, de Serú Girán, cuyo manager era Grinbank, que en aquel film era cantada por Raúl Porchetto). Celina Plá es productora, de arte inmersivo, gestora cultural dedicada al arte digital y sobrina de Eduardo. Ella opina en diálogo con Viva que el arte inmersivo “es una forma emocionante y poderosa de experimentar la creatividad en el mundo contemporáneo”. Agrega que éste “está experimentando un crecimiento significativo, debido en parte a los avances tecnológicos que han vuelto más accesibles estas formas de arte, así como al interés por parte del público en experiencias artísticas más envolventes y participativas”; y, que además crece el interés por el arte inmersivo por parte del público, que busca experiencias artísticas más envolventes y participativas.
El futuro es hoy. HalakenArt es una de las productoras que se encuentra realizando varias experiencias inmersivas. Fue fundada en 2014 en Buenos Aires por Pablo Halaken (hoy radicado en Punilla, Córdoba). Ya cosechó obras como Nagual, un concierto multisensorial (involucra sabores, aromas, sonido 3D y vibración a oscuras), o Blind Safari, una experiencia para realizar en casa que invita a estar con los ojos vendados y ciento por ciento atento a los demás sentidos. Halaken lo llama “Home Experience”: arte inmersivo en casa.
Mientras tanto, la Sala Inmersiva del CCK ofrece actualmente el espectáculo multimedia Vectores inmanentes, como parte del ciclo Naturaleza, origen y vanguardias tecnológicas, con curaduría de Marianella Baladan. Se trata de una instalación 3D, donde Buenos Aires es enfocada desde ángulos macro y micro. Ahora bien, los museos más clásicos (como el Bellas Artes o el Moderno) fueron consultados por este medio y negaron estar preparando opciones inmersivas para 2024.
Con la excepción del MALBA. Tal vez atraídos por el éxito de Kusama preparan la primera exposición monográfica dedicada al visionario artista argentino Gyula Kosice a desarrollarse entre julio y noviembre. Si bien no realizaba arte inmersivo, contiene una instalación que se asemeja llamada La ciudad hidroespacial, donde imaginó en los años ‘40 un conjunto de hábitats suspendidos a 1.000 metros sobre el nivel del mar, en la que la humanidad viviría de forma permanente en el futuro.
Por su parte, ArtHaus Central (Bartolomé Mitre 434, CABA) también prepara dos muestras inmersivas para 2024. Una está organizada por el colectivo Mondongo: El baptisterio de los colores, instalación inmersiva. Está hecha a imagen y semejanza del Baptisterio de San Juan, en Florencia, un dodecaedro de seis metros de ancho, inspirado en la imaginería renacentista que los Mondongo acopiaron en su último viaje a esa ciudad italiana a principios de 2020. La otra es Noche adentro, una instalación inmersiva de Hernán Salamanco, acompañado por Manuel Zlotnik, escritor y reconocido psicoanalista lacaniano. Nueva York: un especio futurista totalmente dedicado a la inmersión. /Fernanda Iturrieta
¿Arte o espectáculo? En un artículo señero de The New Yorker -firmado por Anna Wiener bajo el título El ascenso del arte “inmersivo” en 2022-, el presidente de Pace, una galería multinacional abierta a la experiencia inmersiva, hace afirmaciones que aún resuenan polémicas. Dice que el público está hambriento de trascendencia aunque las iglesias estén cada vez más vacías, y que este tipo de arte colectivo y tecnológico ayuda a que más gente se acerque al arte. “Cuando decís que le estás ofreciendo experiencias trascendentes a millones de personas, tu corazón se acelera”, afirma. “Pero cuando decís que este movimiento es populista, tu corazón se detiene. La democratización del arte suena bien, pero si hablamos de ‘espectáculo populista’ no está bien”.
¿Arte democrático o espectáculo populista?, tal es la cuestión. Para responderla, Viva consultó a la crítica Elena Oliveras, miembro de la Asociación Argentina e Internacional de Críticos de Arte, una voz autorizada. Responde que el arte inmersivo es parte de nuestra sociedad del espectáculo. Sostiene que su postura no es apocalíptica, aunque, aclara: “deberíamos tener presente que no vamos a ver obras creadas por artistas sino un producto de excelente rédito comercial producido por empresarios y productores. No creo que esto sea bueno ni malo”. Aun así, señala una posible virtud a futuro: “Podría ser bueno el contacto de la obra con un amplísimo público que goza de pantallas de cine enormes o de escenografías teatrales que le permiten desplazarse. Pero, en términos de recepción artística, habría que ver si algún día, más allá del espectáculo, al menos una ínfima parte de ese público es capaz de captar la profundidad simbólica de las obras”; y que, “En términos de recepción artística, habría que ver si, más allá del espectáculo, al menos una ínfima parte de ese público es capaz de captar la profundidad simbólica de las obras”.
En una tónica similar, la historiadora del arte e investigadora Andrea Giunta opina que “la experiencia del arte inmersivo es absolutamente decepcionante para las personas que vieron de cerca y analizaron obras de Frida Kahlo o Van Gogh. Proporciona una experiencia superficial, que traslada el capital simbólico acumulado por la obra de estos artistas a un espectáculo comercial”. De lo que vio, destaca una obra en el centro cultural The Shed, en Nueva York, una colaboración entre el músico Steve Reich y el artista plástico Gerhard Richter. “Un espectáculo hipnótico, digital, pero frontal. Apelaba más a una situación mentalmente inmersiva que a una corporal”, cuenta. Advierte que es aún un “campo de exploración”, y rescata que “al menos se instala en la conciencia de nuevas generaciones que existe otro tipo de imágenes, distintas a aquellas que ven en las redes”.
El arte inmersivo llegó para quedarse y evolucionará al ritmo de la tecnología. El tiempo dirá si se trata de una moda tecno pasajera, o, de un nuevo modo de esculpir realidades en el campo del arte. Por lo pronto, la gente pide más.
*Periodista Económico. Analista Internacional
**Periodista Critico. Investigador de Cultura Popular. Letrista. Compositor. Artista Sonoro.
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