Por Willy Grotty*
A veces la historia se escribe en los archivos, y otras veces —las más sabrosas— se riega en la calle como ron en carnaval o en fiesta patronal. El caso que nos ocupa fue ambas cosas: expediente judicial y leyenda popular. Me refiero al triple asesinato ocurrido en Ciénaga, Magdalena, en noviembre de 1915, conocido como “la muerte de Humanidad”. Sí, así como suena: Humanidad. No es apelativo simbólico, era el apodo cariñoso —y también irónico— de Aníbal Gutiérrez, víctima central de una historia que primero se ha contado en voz baja mientras el tren del banano todavía pitaba en las madrugadas de la salitrosa.
Anibal «Humanidad» Gutiérrez, su esposa Rosario Noriega y su dependiente Perfecto Alonso fueron asesinados brutalmente en su negocio, una peluquería con tragos incluidos y trasladados en carro de mula a donde fueron sepultados. El rumor popular aseguraba que en el negocio de humanidad estaba escondido parte del botín de un robo en Panamá, y que los autores del crimen querían hacerse con ese tesoro oculto entre las brochas y las botellas.
La versión callejera tenía todos los ingredientes del folletín tropical: Un tesoro robado, un peluquero misterioso, una familia sacrificada y un puñado de victimarios con nombres de novela: Candelarito Armenta, su hijo Tobías Armenta, El Puyo Noriega, Froilán Ariza (el brujo), José Antonio Brito y Ángel Fuentes.
Pero en los años 90, un sabueso de historias —Edgar “Chichi” Caballero— supo que uno de sus amigos hurgando en los archivos del Juzgado Segundo Superior del Distrito Judicial de Santa Marta, encontró el expediente real. Y allí apareció otra verdad, más sobria, pero no menos terrible.
Resulta que al parecer no hubo robo en Panamá. Lo que sí hubo fue un golpe de suerte: Humanidad Gutiérrez se ganó la lotería de Bolívar. Y no escondía un botín internacional, sino unos billetes con sello criollo. Además, la confusión podría explicarse porque la calle donde ocurrieron parte de los hechos se llamaba “calle Panamá”, cerca del Balconcito de los Cuello Rodelo, en la nomenclatura antigua de San Juan del Córdoba de la Ciénaga. Como quien dice: la ficción panameña podría haber nacido por culpa de una calle o una dirección postal.
Con ese expediente en mano, Leonel Juvinao Cruz, ingeniero agrónomo con alma de cronista, escribió el cuento histórico “Ánimo contra el miedo”, título que recoge la frase que repetía uno de los victimarios mientras lo consumía la culpa. El más frágil del grupo: Candelarito Armenta.
La historia cuenta que el entonces alcalde de Ciénaga, Manuel Linero Castillo, que también ejercía funciones de instructor judicial, llevó a Candelarito hasta el lugar del crimen. Y al acercarse al sitio donde estaban enterrados los cuerpos, una casa vacía, el muchacho murmuraba para sí: “ánimo contra el miedo, ánimo contra el miedo”.
Fue el instante clave. El alcalde, hábil en el arte del indicio, supo que el joven no estaba narrando: estaba recordando. Y ahí comenzó a desmoronarse la muralla del silencio que protegía a los asesinos. Poco a poco fueron cayendo todos.
El cuento histórico no solo recrea los hechos, sino que reivindica el valor de los indicios judiciales, esa ciencia del detalle que a veces se impone sobre los testimonios ruidosos o los rumores escandalosos. El prólogo —escrito con claridad quirúrgica por el exjuez Vicente Lafaurie Correa— es una joya de pedagogía procesal y de respeto por el expediente como columna vertebral de la verdad.
La edición cuenta, además, con una reseña literaria del escritor Clinton Ramírez, quien supo ver en el texto de Leonel Juvinao no solo un cuento histórico, sino un documento cultural necesario para comprender a Ciénaga más allá del mito.
Y ahí está el punto: como cienaguero de corazón, admito que yo mismo fui víctima de la versión callejera. Pero gracias a las pesquisas de Chichi Caballero, el expediente habló. Aunque, como él mismo me dijo un día: “Las dos versiones pueden convivir. Una es la verdad jurídica; la otra, la leyenda que la gente necesitaba para explicar el espanto”.
Así es Ciénaga: capaz de inventar fantasmas para darle sentido al miedo. Pero también de recuperar archivos para ponerle nombre y apellido a la verdad.
“Ánimo contra el miedo” no es solo un cuento. Es una advertencia: lo que no se cuenta con pruebas, se vuelve mito. Y lo que se calla demasiado, termina enterrado como los cuerpos de Humanidad, Rosario y Perfecto.
Gracias a Leonel Juvinao por escribir. Gracias a Chichi Caballero por desenterrar. Gracias a Vicente Lafaurie por prologar. Y gracias a Clinton por reseñar. Porque en Ciénaga, hasta los muertos merecen una buena versión.
El cuento histórico de Leonel Juvinao sobre la muerte de Humanidad Gutiérrez está más que recomendado.
La versión de esta misma historia, con el mismo nombre: «Ánimo contra el miedo» del poeta y novelista José Manuel Crespo Campo está escrito sin expediente, pero también vale la pena su ritmo poético.
*Seudónimo de Guillermo De la Hoz Carbonó. Abogado. Economista. Especializado. Master. Libre Pensador. Docente Universitario.