Por: José Manuel Herrera Brito

La ética, deberá estar siempre en la acción de la función pública y sus servidores tener el perfil para asumir con sentido de pertenencia sus labores institucionales, pues es la ética la disciplina que limita moral y socialmente la forma de actuar del servidor en la Administración Pública y como esencia de los principios institucionales ejecutada por quienes intrínsecamente respetan lo público. Digo esto, porque no obstante existir mecanismos para evitar que dichos servidores incurran en faltas disciplinarias y delitos contra la administración pública, no logra el país reducir los altos índices de corrupción pública. Lo ético en la función pública se lograría si a los ciudadanos se les educa con disciplina, compromiso y respeto por lo público como parte de la formación diaria en todos los espacios, llámese hogar, instituciones educativas y demás centros sociales de formación.

La función pública importa en la sociedad, tanto, que absorbe las energías de los individuos simplificando la vida a la responsabilidad pública, pues una de las principales preocupaciones de la ciudadanía con la administración pública, es que no se ven representados con tranquilidad y confianza por quienes ejercen cargos públicos, algunos con responsabilidad de manejo de recursos públicos, otros que cumplen funciones de servidores públicos (gobernantes, concejales, diputados y congresistas) y otros que cumplen labores misionales de servicio a la comunidad. Hay desconfianza institucional, la ciudadanía no cree en la honestidad, ética y transparencia del servidor público. Es tal esa desconfianza que cuando se habla de corrupción e inoperancia lo relacionan con el funcionario público; no obstante, el Estado en aras de la transparencia administrativa implementa estrategias para orientar el desempeño de sus servidores, que le permitan al ciudadano participar en la toma de decisiones y evaluar si los servicios que se les prestan son efectivamente los más eficientes.

En la función pública se ha perdido la ética y se han creado antivalores que se promueven por quienes ejercen los cargos de dirección y quienes tienen funciones en la administración pública; siendo necesario replantear la educación en valores, difundir la ética, consolidar una cultura de la transparencia y promover el juego limpio en lo público, capacitar y entregar herramientas con tecnología de punta a los funcionarios para que ejerzan con eficiencia la aplicación de lo normado para lograr un alto estándar de prestación de servicio a los ciudadanos y un adecuado manejo del presupuesto público, con miras a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y no propender por el interés personal de algunos funcionarios, ya que prima la cultura de la corrupción. Individualismo y egoísmo se evidencian en los escándalos por corrupción, malversación de fondos, desviación de presupuestos que a diario son denunciados por ciudadanos debido a las malas prácticas de la función pública.

Entre nosotros la corrupción galopa rauda, grande es el descalabro social en el sector público, por lo que los ciudadanos deben ser veedores de la función pública y quien la ejerza debe realizarla con ética y transparencia, lo que hará más relevante la ética aplicada a la función pública y mostrar que si los funcionarios cumplen el perfil para aplicar normas y procedimientos necesarios, garantizado estará el desarrollo de un servicio al público, eficaz, eficiente y efectivo. saramara7@gmail.com

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